Hace algunos años ya que escribí un artículo sobre la llegada de la democracia a Birmania.
Sí, la pesadilla parecía haber llegado a su fin. La negra etapa de dictadura y aislamiento exterior de más de cuarenta años que había sufrido el país parecía haber hallado una salida con su propia fórmula de democracia.
Birmania, no me cansaré de decirlo nunca, es uno de los países más bellos y fascinantes del sudeste asiático. A nosotros nos robó el corazón. Una noticia como esta sonaba fantástica, pero al mismo tiempo tanto, que no parecía del todo real. Sobre todo, cuando se leía la “letra pequeña”. Acostumbrados a las “democracias occidentales” lo que allí estaba ocurriendo parecía una media verdad.
Aung San Suu Kyi, (de nuevo en la brecha tras su aplastante victoria en las elecciones de 2015), ocupaba la primera plana de los periódicos, y, sin embargo, no podía desplegar su soberanía, “tutelada” por la junta militar. Para algunos observadores internacionales Suu Kyi cambiada la prisión de su casa por una «prisión más amplia» pero poco más aparte de un estudiado lavado de imagen para el régimen birmano que intentaba se levantaran sanciones internacionales y se atrajese la inversión extranjera.
Quizás ella era consciente de que eso en sí ya era un gran triunfo y estaba simplemente aceptando las reglas de un juego en el que el más fuerte seguía siendo el de siempre, la temible Junta militar birmana. Quizás esperaba encontrar un lugar desde el que poder desarrollar al menos parcialmente algunas de sus propuestas electorales a sabiendas de que serían las migajas, lo que no interesaba a los militares. Quizás… pecó de ingenua. No sé si alguna vez lo sabremos porque las cosas pintan muy mal en Birmania/Myanmar y las noticias que se publican no ocupan la primera plana, pero son realmente alarmantes.
Lo cierto es que hoy, 2022, sabemos que todo aquello solo fue un espejismo: Birmania agoniza. Y lo más grave es que lo hace sola ante la absoluta impasividad de los gobiernos mundiales que aparte de comunicados de condena y sanciones económicas no se involucran de otro modo.
Desinformación
Mientras el conflicto se agrava día a día, ya ha costado la vida a casi diez mil personas. Año y medio después del golpe de estado, Birmania pasa a formar parte de esa lista de conflictos que no interesan a nadie. Que no se muestran en las noticias. Peor aún, que no son noticia, porque dichos medios así lo deciden. Nunca dudemos de que son los medios de comunicación los que deciden qué es noticia, con qué nos tenemos que emocionar o ante qué nos tenemos que indignar. Realmente, es tal la desinformación que si uno quiere saber qué pasa en el mundo tiene que buscar y buscar, los noticiarios no son el sitio. Se deben a los índices de audiencia.
Después de todo, Myanmar nos queda tan lejos que muchos no sabrían deletrearlo y muchos más aún ni situarlo en el mapa. No es lo mismo tener un conflicto en el corazón de Europa que a 10000 kms de casa… o en África o en el Oriente Próximo. Los acontecimientos recientes nos han demostrado que no es igual. Y que no se genera la misma empatía.
Antecedentes
El Ejército de Birmania conocido como el Tatmadaw se hizo con el control del país el pasado 1 de febrero de 2021 tras un golpe de Estado, con la excusa de que se había producido fraude electoral durante los comicios.
El partido de Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia, obtuvo el 80% de los votos. Posteriormente, la junta anuló los resultados y detuvo al presidente Win Myint, encarceló a San Suu Kyi acusándola de fraude electoral y anunció un estado de emergencia por un año que sigue activo a fecha de hoy.
Desde que comenzó el conflicto la situación es cada vez peor.
Un año después del golpe militar en Birmania, el país se encuentra sumido en una profunda crisis con un aumento de la pobreza, la salida incesante de empresas y un régimen aislado en medio del boicot y las sanciones económicas que a quien más penaliza, como siempre, es a la población civil.
Las divisiones de Kachin, Kayah, Karen, Chin, Sagaing y Magway ahora son campos de batalla donde más de 200 aldeas han sido arrasadas. Asesinatos, torturas y violaciones tras el golpe de Estado se han convertido en una realidad ante la impunidad de la que goza el estamento militar. Más de un millón de civiles han tenido que huir de sus hogares a los países vecinos debido a los ataques aéreos principalmente a Bangladesh
Nuestro amigo, un empresario local del sector turístico, que ha visto como su empresa crecía y generaba empleo para más de veinte familias, y como su trabajo de fondo de muchos años era premiado con reconocimientos, nos mantiene informados de primera mano con la situación. Nos cuenta que se producen 4-5 explosiones al día en las ciudades de Yangon y Mandalay. La economía se ha desplomado. Hay carencia de todo, y no quiero ni mencionar la crisis del COVID, ya que los datos de las muertes producidas por la pandemia en un país en medio de una guerra que se puede calificar de civil, son datos nada fiables. Es más, el propio gobierno ha sido parte interesada en que la población estuviese confinada y aislada porque ha sido más fácil de manejar.
Ausencia de derechos humanos
4 líderes de la democracia Birmania, «presos políticos» han sido ejecutados, dos de ellos influyentes opositores a la junta militar que gobierna el país desde el golpe de Estado de 2021. Una pena capital que no se aplicaba en el país desde hace décadas, exactamente desde 1976.
Suu Kyi, se enfrenta a una decena de cargos que la podrían sentenciar a 150 años de cárcel. Eso sí claro, si la fortaleza física de la acusada le permite afrontarlos pues no olvidemos que Suu Kyi tiene 77 años y cumple ya una condena de once años de prisión en aislamiento.
Alrededor de cien reporteros, entre locales y extranjeros, han sido encarcelados en Myanmar desde el golpe de Estado.
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