Una visita a Estambul, por muy fugaz que sea nunca estará completa sin visitar uno de los lugares más emblemáticos de esta fascinante ciudad: por supuesto me refiero a la Catedral de Santa Sofía, la que durante siglos fue la obra arquitectónica más magnífica y sublime de la cristiandad, y a su vez el longevo testigo de la historia de Estambul durante la friolera de quince siglos. La iglesia de Santa Sofía que vemos hoy es, a pesar de los trabajos de reconstrucción llevados a cabo después de numerosos terremotos, el edificio consagrado el 27 de diciembre 537 por el emperador romano Justiniano.
Fue la mayor iglesia de la cristiandad durante mil años hasta que se construyó San Pedro, en Roma. Y después de que la ciudad fuese tomada por los otomanos, se convirtió en la mayor mezquita del mundo durante otros casi 500 años. Reliquias como fragmentos de la Vera Cruz, la Santa lanza, o el Sudario de Cristo (probablemente el sudario de Turín) fueron sólo algunos de los tesoros que guardaba hasta que la ciudad fue saqueada durante la Cuarta Cruzada.
Más de tres millones de personas la visitan cada año, doy fe de que las restauraciones son interminables, quizás por ello cada cierto tiempo se descubre, oculto bajo una capa de yeso una nueva imagen o motivo decorativo. Pero es, sin duda un lugar que no ha acabado de revelar sus secretos. No es extraño por tanto que un espacio tan singular como este esté repleto de historias y de leyendas, y que a veces incluso se confundan unas con otras.
Una de las historias menos conocidas relativas a este lugar está relacionada con algo que casi fue una obsesión para todos los pueblos que por aquí pasaron: el abastecimiento de agua. El crecimiento de la ciudad fue paralelo a su capacidad para abastecerse de agua. Los romanos la traían con acueductos como el de Valens desde unas distancias enormes, pero todo y con sus grandes obras públicas no se daba una solución duradera a este problema. Para conseguirlo se buscaron suministros alternativos de agua construyendo grandes cisternas subterráneas por debajo de toda la península histórica. La más conocida para los visitantes es la de Yerebatan, 150 metros al suroeste de la antigua iglesia y construida por el emperador bizantino Justiniano I, en el año 532. Esta cisterna, de 138 m de longitud y 64,6 m de ancho, con una superficie de casi 1.000 metros cuadrados tiene 336 columnas de mármol de apoyo a la estructura, de 9 metros de altura, y dispuestas en 12 filas de 28 columnas. Sólo es un ejemplo, ya que la ciudad está repleta de ellas. Estas no sólo recogían el agua de la lluvia sino también el agua de los manantiales subterráneos que se canalizaba hasta ellas.
Sabía que de este modo, en épocas de saqueos y asedios el suministro de agua estaba asegurado. Lo que no sabía y casi me sonó a leyenda cuando lo leí, fue que bajo la imponente Santa Sofía hay una enorme cisterna “tan grande que un galeón podría navegar en ella”, quizás suene exagerado pero lo que sí parece constatado es que la cisterna que se esconde bajo su subsuelo es de un tamaño proporcional a la misma, y que en tiempos de sequía se abrían las tapas de la cisterna para que la gente se pudiese abastecer. Algunos personajes las mencionan en sus crónicas, como el famoso escritor y viajero estambulino Evliya Çelebi, quien afirmaba que las cisternas de Santa Sofía se conectan con otras cisternas del barrio.
Por tanto, hasta hace 17 años, sólo había leyendas e historias sobre lo que ocultaba el subsuelo de Santa Sofía. Los permisos necesarios para poder acceder a su subsuelo tardaron cerca de veinte años en llegar. Sin embargo no quitaron la idea de la cabeza al cineasta Göksel Gülensoy, que quería revivir y al mismo tiempo desmitificar las leyendas sobre los túneles y la cisterna. En 1998 se llevaron a cabo las primeras inmersiones con un equipo de espeleólogos que dieron continuidad a este complejo proyecto. En 2009 exploraron 283 metros de pozos y los fotografiaron y documentaron con la idea de realizar una película, «Beneath Haghia Sofia», Göksel Gülensoy y su equipo de buceadores científicos fueron recorriendo y desvelando los secretos de Santa Sofía, localizando cámaras inundadas, pasadizos y estructuras cientos de pies por debajo de la principal atracción turística de la ciudad.
En el proceso, descubrieron numerosas maravillas arquitectónicas, incluyendo tumbas sumergidas de 800 años de antigüedad de niños mártires, y la que fue la tumba de San Antinegos, el primer sacerdote enterrado en Santa Sofía en el s.XIII o la de San Athanasius, enterrado doscientos años después. Pero además se confirmó que los túneles sumergidos conectan Santa Sofía con el Palacio de Topkapi, el Palacio de Tekfur y las rumoreadas extensiones subterráneas de las Mazmorras de la prisión bizantina de Anemas, anexa a las murallas de la ciudad.
Desconozco si el documental alguna vez lo podremos disfrutar en España, su fecha oficial de estreno es Octubre de 2016, pero lo que es seguro es que merecerá mucho la pena.
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6 Comments
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Qué interesante artículo…no tenía ni idea de que bajo Santa Sofía existieran estas construcciones…Estambul es una maravilla repleta de secretos esperando a que los descubramos.
Me parece muy interesante . Cuanta historia,! K grandeza d los bizantinos y d los otomanos aunque crueles conquistadores y conquistados..
Gracias Patricia,
Realmente todas las grandes civilizaciones tienen una historia oscura. El Imperio Otomano no iba a ser menos.
Como contrapunto tanta belleza, arte y magnificencia que hoy todos podemos disfrutar.
I love Estambul
¡Que belleza es Hagya Sophia! Y qué portento de construcción. Increíble que hace tanto tiempo ya se construyera con esta perfección sin contar con dispositivos electrónicos que facilitaran la tarea.
Hola Georgina, ya que te lo preguntas, te recomiendo el documental de National Geographic «Antiguas Superestructuras» de National Geographic. Creo que te gustará. Saludos