Hoy os llevo hasta Bubión, uno de los 3 pueblecitos blancos “colgados” del barranco de Poqueira, en Las Alpujarras granadinas. Os he hablado de este lugar en alguna ocasión anterior pero hoy quiero contaros más cosas y mostraros en fotografías la belleza que atesora este rincón serrano que tiene todos los encantos necesarios para haber sido reconocido como destino slow de Andalucía y España.

 

Pero, ¿donde está Bubión?

La Alpujarra o Alpujarras, se encuentran a unos 70 kms de la ciudad de la Alhambra, a pocos kilómetros de la Costa Tropical, y muy cerca de la estación de Esquí de Sierra Nevada, estando dentro del Parque Natural y Nacional de Sierra Nevada. Su altitud, a 1.300 m y orientada hacia el mar Mediterráneo permite que, incluso en invierno, sus temperaturas sean suaves. El verano es caluroso y seco durante el día, y fresco y agradable por la noche. Su arquitectura, fruto de su herencia morisca, la tranquilidad y pureza de su ambiente, y su agradable clima mediterráneo han hecho de Bubión un refugio para aquellos que buscan una manera alternativa de vivir.

Bubión, «Tierra de Bueyes» según la derivación del latín «bovium» con sus 300 habitantes, está incluido dentro de la red de los pueblos más bonitos de España, y además, es de los pocos municipios españoles incluidos en la red internacional de municipios “Cittaslow“ . El segundo municipio español que ostenta ambos certificados de calidad turística. Esta red, que recordareis inició a principios de los noventa su actividad promoviendo la filosofía del slow food, es también una red de municipios que comparten el amor por las tradiciones, la sencillez y la promoción de la singularidad frente a la homogeneización que conlleva la globalización.

Cittaslow  también promueve un turismo sostenible y responsable con el medio ambiente; “fomentando las visitas a áreas naturales relativamente inalteradas con el fin de disfrutar, estudiar y apreciar la naturaleza y la cultura tanto del pasado como del presente, promoviendo la conservación, generando bajo impacto del visitante y a la vez procurando que la participación activa sea beneficiosa para la población local».  Creo que tras esta declaración de intenciones ya sabéis lo que Bubión os puede ofrecer, el resto, sólo depende de vosotros. Hace años leí una cita de Fernando Pessoa que creo es muy acertada: “La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. Uno se proyecta sobre los lugares por los que pasa, y su percepción y su experiencia arrancan de lo que lleva dentro, de ahí que cada persona tendrá una experiencia de viaje distinta a la de otro individuo, a pesar de que hayan hecho, visto o visitado los mismos lugares.

Este año, mucha gente ha visto en el turismo rural un modo de practicar el necesario descanso al tiempo que se respetaba el obligado “distanciamiento social”, por lo que Bubión, como muchos otros pueblos de nuestra geografía, han sido excelentes candidatos. Nosotros visitamos el barranco de Poqueira al menos un par de veces al año, y, este año tampoco lo hemos dudado. Sabíamos que no nos equivocábamos.

Os cuento nuestras razones para repetir año tras año. Son válidas para nosotros pero no tienen por qué ser vuestras razones. El silencio ensordece a los oídos demasiado acostumbrados  al mundanal ruido: a las aglomeraciones, al estrés, a las prisas. En Bubión el tiempo se detiene y el silencio es un bien preciado. Aquí no existe el reloj, ni el estrés, ni las prisas. El tiempo nos pertenece, cada minuto. Porque los humildes atractivos de Bubión están ahí para nosotros, a cualquier hora del día. No necesitamos coche, ni t.v, ni móvil. Dejamos que nos despierte la luz que se filtra a través de las rendijas de la ventana, y nos acostamos cuando el cuerpo lo pide, el descanso es reparador.

Para sentir Bubión solo hay que dejarse llevar por sus intrincadas callejuelas, sentarse a descansar bajo sus sombreados tinaos, beber agua helada de sus numerosas fuentes, reconocer en los frondosos huertos vecinales las verduras que alcanzan su mejor momento en esta época del año, o pararse a contemplar su curiosa arquitectura autóctona de reminiscencia morisca a base de piedra, cal y madera de castaño, tan sabiamente fusionada con la naturaleza. La mayor parte de las calles son peatonales por lo que vuestros retoños pueden campar a sus anchas sin peligro.

De vez en cuando encontramos a algún vecino que viene o va a sus labores  y sale al paso, se interesa, saluda, para, gente tranquila y, he de decir, generosa y hospitalaria, a diferencia de lo que estamos acostumbrados en el día a día de la ciudad,  gustan de “perder” su tiempo con desconocidos, generando un sentimiento de hospitalidad que te hace sentir “como en casa”.

Este año, cubiertos por unas colchas ligeras, hemos observado el imponente cielo “negro ala de cuervo” desde nuestra terraza en la noche de las perseidas, y, nunca lo había visto igual, tan cuajado, tan brillante, con decenas de estrellas fugaces. Hemos pasado frío cuando en la costa el bochorno era insoportable. He apreciado el lujo que supone tener un pequeño huerto de autoconsumo, aunque haya sido “de prestado”, he probado como saben las acelgas recién cortadas, sentido el dulzor del calabacín recolectado en el momento preciso, apreciado el intenso olor de los tomates en su mata.  Nos hemos bañado en las aguas heladas del río Poqueira, como cada año, reconociendo que hay que tener valor para sumergirte…hemos subido caminando a más de 2.000 metros dejando a nuestros pies el barranco y contemplando Capileira (el pueblo más alto de los tres del barranco) desde las alturas. Hemos montado a caballo, recolectado zarzamoras, hecho picnic a la sombra de centenarios castaños… no queríamos regresar.

Bubión te muestra su “buen vivir”, y te invita a practicarlo. No solo aquí, sino cuando vuelves a casa. Un entorno privilegiado, un modo de vida sencillo, pleno contacto con esta naturaleza que abraza al pueblo por sus cuatro costados y que inciden en nuestro ánimo de modo muy positivo.

 

Reminiscencias moriscas, revuelta de las Alpujarras

Para los que no estén familiarizados con la historia de Bubión (en realidad la historia de las Alpujarras) hago una breve introducción. Han de saber que en esta zona de Granada habitaron los últimos moriscos del reino nazarí tras la expulsión árabe. Los moriscos eran musulmanes convertidos al cristianismo en territorio cristiano, tanto de forma voluntaria, como forzada. En un principio mantenían su modo de vida y más o menos su identidad cultural al amparo de las Capitulaciones de Granada, que garantizaban los  derechos de los musulmanes incluyendo la tolerancia religiosa y el trato justo. Durante el reinado de Carlos V la corona adoptó una posición flexible, ya que estos le prestaban apoyo económico, pero con Felipe II la situación fue empeorando más y más. Persuadido por el arzobispo de Toledo, sobrevino un periodo de injusticias y afrentas hacia esta población, iniciándose las conversiones forzosas, y el aprisionamiento de los nobles musulmanes. Los moriscos que iniciaron las revueltas en el Albaicín, buscaron refugio en Las Alpujarras, en cuyas ciudades y pueblos rebeldes fueron gradualmente derrotados.  La propia iglesia de Bubión fue reducida a cenizas en esta revuelta. Otros parajes como el conocido «barranco de la sangre» nos recuerdan la cruenta batalla entre moros y cristianos, siendo el escenario de una de las leyendas más atractivas de las Alpujarras.

Tras la rebelión de las Alpujarras (1568-1571) 80.000 moriscos granadinos fueron deportados principalmente a Andalucía y Extremadura, y en menor medida a Castilla. El trazado de estos pueblos,  su arquitectura, incluso el cultivo en bancales o terrazas de estas tierras de altura se corresponden con el pasado morisco.