No existe mucho consenso respecto al origen del topónimo «Alpujarra» por ello, de todas las hipótesis existentes he elegido la que parece más lógica. En el s. VIII el bereber Ibrahim Albuxarra ocupó y dominó la franja de tierra situada en las cotas más altas de Sierra Nevada y el mar mediterráneo. Con el paso del tiempo la “b” sería sustituida por la “p” lo que daría lugar al nombre actual de la comarca: “las tierras sobre las que se asentó Ibrahim Albuxarra”.
Otra hipótesis también bastante plausible es que derive de Al-Bugscharra, “tierra de pastos”. Pero en definitiva, por más que buceemos en sus orígenes hablar de las Alpujarras es hablar de Sierra Nevada. Se extienden en su mayor parte por la provincia de Granada pero también por la de Almería. La Alpujarra, en su vertiente mediterránea es la comarca por excelencia con sus pueblos blancos y bancales cultivados que se esparcen escalonados por la ladera de la montaña allá donde las lomas lo permiten. En función de la altitud se habla de una Alpujarra baja, casi a pie de costa, una Alpujarra media y una Alpujarra alta, con pueblos por encima de los 1.000 metros de altitud, entre ellos los que se descuelgan por el barranco de Poqueira: Pampaneira, Bubión y Capileira en su punto más elevado y el segundo pueblo más alto de estas latitudes por detrás del vecino Trevélez (1.478m).
Sin lugar a dudas lo que más llama la atención de estos pintorescos pueblos es su arquitectura rústica y tradicional totalmente adaptada a un medio abrupto y construida con materiales autóctonos que abundan en la zona. Debido a la orografía y fuerte pendiente del terreno las casas parecen precipitarse por las laderas de la montaña hasta los abismos formados por profundos valles y ríos, lo que les confiere una personalidad y una belleza paisajística muy singular.
Los pueblos, algunos diminutos (Atalbeitar tiene censados a sólo 40 vecinos, y Ferreirola 90) se suelen ubicar en la cara más soleada de los barrancos. De lejos, lo único que se aprecia de los mismos es la torre elevada de las iglesias rodeada de construcciones blanquísimas y rodeadas del verde de las laderas sobre las que se asientan. Los pueblos no siguen aparentemente ningún trazado urbanístico concreto: calles estrechas, sinuosas, empedradas y recorridas frecuentemente por una acequia central son marca de identidad de todos ellos. Las casas de un nivel y otro se comunican a través de adarves o tinaos, que permiten resguardarse debajo bien del sol intenso del verano o bien de las nevadas en invierno. Recorrerlos de arriba a abajo es un desafío para las rodillas y la forma física de cualquiera. Las viviendas, de formas cúbicas y tejados planos con sus particulares chimeneas alargadas de forma piramidal apuntando al nítido cielo azul son herencia bereber.
Los bereberes no fueron los únicos que habitaron estas tierras, antes que ellos los fenicios, cartagineses y los romanos lo hicieron pero sin duda alguna los que dejaron una huella más clara fueron los moriscos, que trajeron esta arquitectura de la región del Atlas. Si alguno se acerca a esta zona montañosa de Marruecos podrá comprobarlo. Los materiales empleados se encuentran en grandes cantidades en esta zona: piedras, launa y madera de castaño o de pino. La launa es la responsable de la impermeabilización de las casas y los tejados o terraos, es una especie de arcilla pizarrosa de color gris azulado. Los terraos o tejados planos son una prolongación de la casa. Se usan para tender la ropa, secar hierbas y vegetales, sentarse a charlar con los vecinos…Son construidos con sólidas vigas de madera recubiertas con capas de esta arcilla y planchas de pizarra.
Pero la huella bereber no es sólo arquitectónica, introdujeron nuevos cultivos y sistemas de regadíos a través de la construcción de acequias, nuevos platos de cocina y nuevas filosofías. Además desarrollaron con mucho éxito la industria de la seda, compitiendo con las sedas orientales. Con el tiempo la población local (mozárabes: cristianos en territorio musulmán) se fue fusionando con los musulmanes que eran minoría dando lugar a una riqueza cultural única. Los s.XIV y XV son los de mayor florecimiento de esta zona, con una formidable producción de sedas, vinos, frutos secos, esencias…etc, florecimiento que acabó con la reconquista. Conquistada Granada a los nazaríes en 1492 las condiciones de convivencia de los moriscos quedaban establecidas en las capitulaciones de Santa Fe suscritas por los Reyes Católicos en las que se les permitía entre otras muchas cosas: mantener sus propiedades, sus costumbres y su religión. Huelga decir que estas condiciones nunca se cumplieron y que esta población fue pronto obligada a convertirse al cristianismo.
Con Felipe II, mucho más fanático, la cosa empeoró, obligándoles a un cambio radical también en sus usos y costumbres que acabó derivando en la toma de las armas por los moriscos. Estos pueblos acabaron convirtiéndose por su inaccesibilidad y por las continuas luchas y revueltas de resistencia en los últimos reductos musulmanes de la península hasta 1571 en que fueron definitivamente expulsados. Para los afortunados con recursos quedó el exilio, pero la mayoría de la población era humilde: pastores, agricultores y artesanos que se tuvieron que marchar con lo puesto a otras zonas de la península, (la prueba de ello es la cantidad de apellidos de linaje morisco que hay por toda ella), el norte de África y hasta la nueva América. Hay constancia de ajusticiamientos y juicios a moriscos por parte de la Inquisición hasta bien entrado el s.XVII. Después del éxodo masivo la zona comenzó a decaer, ya que fue repoblada con campesinos de otras partes de la península que estaban acostumbrados a los cultivos intensivos del cereal, con lo que la mayor parte del irregular terreno era desaprovechada. La industria de la seda también decayó tras la expulsión de los moriscos. Pero bueno, eso esto es parte de la historia.
Hoy día recorrer las Alpujarras es una experiencia estupenda. Rodeadas de naturaleza y montañas y conservando sus tradiciones se tiene la agradable sensación de estar apartado del mundo y de que los días son más luminosos y más largos que en la ciudad. Los colores son más vivos, los frutales más olorosos, la lavanda más intensa. El agua fluye por doquier directa de su nacimiento e invita a beber hasta saciar la sed. Tan válido es venir a dedicarse a la “vida contemplativa” como recorrer a pie las decenas de senderos que comunican unas poblaciones con otras. Desde aquí se puede coronar el Mulhacen o visitar, cerca de Pampaneira, el monasterio budista de Osel Ling a donde llegan peregrinos de todo el mundo. Degustar la gastronomía local, ver la caída de la tarde en el valle sentado en el terrao de una casa o bañarse en el río Poqueira disfrutando de un agua prístina y de sus bellas cascadas es sanador, cuerpo y mente funcionan a otra velocidad y por ello lo recomiendo a todos aquellos que deseen un cambio en contacto con formas de vida más auténticas. No le defraudará.
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Super maques, les fotos I el texte, aquest pais en el que vivim, no el tenim gens valorat, en general I hi han quantitat de pobles preciosos I comarques. Molt be per el fotograf I els comentaris!!
Preciosas imagenes que desconozco pues no he tenido muchas oportunidades para viajar aún sabiendo que está relativamente cerca.La mayoria de veces viajamos fuera del Pais y nos perdemos Pueblos y Ciudades fabulosas.Las Alpujarras creo que seria para mi un balsamo cosa que a cierta edad uno ya necesita imperiosamente.Por un instante he soñado despierta vivir en una de estas casitas con una gran jarapa confortable llena de cojines elaborados con los mismos tejidos y sedas.Un magnifico resumen para soñar despierto.¡Felicidades por las fotografias y la descripción escrita!