Mandalay, situada a 715 km al norte de Yangón es la segunda ciudad de Birmania con una población de más de 1 millón de habitantes. Aunque su gentilicio nos evoque reinos muy antiguos, la ciudad data de 1857, cuando el penúltimo rey birmano Mindon trasladó aquí la capital y donde también a su vez los ingleses mandaron al exilio al último de los reyes birmanos, Thibau en 1885, iniciándose la etapa de colonialismo inglés que duró décadas. Hoy en día es una próspera ciudad comercial gracias a su cercanía con la principal arteria por carretera del país que la comunica con China y a su posición privilegiada en una de las orillas del río Ayeyarwady, el cuarto río más largo del país y una de sus vías fluviales más importantes.
Se la considera el corazón de Myanmar y es su centro religioso más importante ya que más de la mitad de los monjes del país viven en sus alrededores, en torno a las colinas de Sagaing y a las antiguas ciudades imperiales de Ava, Amarapura y Mingun. De hecho me atrevería a decir que los alrededores de la ciudad en estos cuatro puntos ribereños del Ayeyarwady son incluso más interesantes que la ciudad en sí pues en un radio de pocos kilómetros están las ciudades imperiales entre las cuales se fue alternando la capitalidad de la nación.
La visita a Mingun a 11 kilómetros al norte de Mandalay sólo es posible en barco, en un agradable paseo de una hora. Al ver imágenes desde España, siempre con tanta vegetación y naturaleza yo lo imaginaba lejos de la ciudad, y la verdad es que está exactamente en la orilla opuesta. De hecho, desde la orilla en la que embarcamos ya se puede ver la gigantesca pagoda inacabada.
La orilla estaba hecha un lodazal intransitable debido a que la noche anterior no había parado de llover y el río estaba bastante revuelto, aunque hay que decir que a ellos acostumbrados a convivir y a lidiar con el mozón no parecía afectarles. Muchas familias hacen su vida en las orillas o en minúsculas isletas sobre el río en viviendas temporales muy precarias porque son los terrenos más económicos. En el río pescan, hacen la colada y ellos mismos se asean allí. Los niños comparten juegos y se zambullen en la turbia orilla llena de detritus y de escombros que arrastra la corriente.
El paseo en barco es muy agradable, hay una gran actividad y trasiego de viejos barcos que van cargados de fardos, pasajeros o madera de teca. Sentados en su cubierta disfrutamos de una agradable brisa y divisamos las cúpulas doradas de colinas de Sagaing, unas vistas que nos anticipan lo espectacular del lugar. Dos enormes leones chinthé nos reciben a la llegada sobre una pequeña escalinata de piedra que se sumerge en el río y donde un pequeño grupo de mujeres jóvenes, envueltas en sus longgys se concentran en su aseo personal. Nuestra llegada las ahuyenta. Ancianos lugareños con sus carros de bueyes se acercan a ofrecernos transporte.
Mingun es un tranquilo pueblo de pescadores que vive oculto entre la exuberante vegetación tropical y sus maravillosos templos, entre ellos la base de la descomunal pagoda inacabada,
de 50 metros de altura y llena de enormes grietas que amenazan con desmoronarla un día de estos
El templo estaba flanqueado originalmente por dos gigantescos leones protectores de piedra que hemos visto desmoronados y cubiertos por la vegetación. La gente descansa sobre sus restos que se dispersan hasta la misma orilla del río.
Otro templo imprescindible es la original Hsynbyume Paya o Myatheindan Pagoda construida en 1816 por mandato el príncipe Bagyidaw en honor de su esposa. Sus siete terrazas representa las cadenas montañosas que rodean al mítico Monte Meru y las vistas desde la terraza superior son estupendas, condensan todo el exotismo de esta parte del país. .
Además también veremos la famosa campana de Mingún, Settawya Paya, que dicen guarda una huella del pie de Buda.
y la solitariaEs interesante, si se va con tiempo, visitar la enfermería budista, junto a la campana, donde cuidan de un buen número de ancianos y donde todas las visitas y contribuciones son muy bienvenidas.
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