Esta entrada es un homenaje a mi círculo más cerrado de amigas, con las cuales llevo compartiendo penas y alegrías desde hace ¡casi 40 años! . Maite, Silvia, va por vosotras.

Sí, ya sé que este es un Blog sobre viajes pero, qué viaje hay que sea más trascendental que la propia vida? Al mismo tiempo esta entrada se puede decir que es una entrada de esas que tanto me gusta escribir sobre historia, curiosidades, anécdotas. En este caso, la que mejor conozco, la nuestra.

Porque en 2024 todas cumplimos los 50 años. Todas somos de la “misma añada”, pero de esas especiales que mejoran con los años. Lo siento así y lo suscribo chicas.

……………………………………………………………………………………………………………………………………..

Dejo un espacio aquí porque casi tengo que coger aire profundamente para pararme a pensarlo. 50 años ya… y es que por más que nos miro y remiro, es una cifra que el papel soporta pero que me cuesta creer.

Para mí seguimos siendo las mismas que ayer. Más allá de algunos cambios físicos obvios, la realidad es que hemos llegado hasta aquí y que no pensamos ni actuamos como creíamos que lo haríamos con esta edad que parecía tan lejana que nunca iba a llegar.

Aquel año de 1985 las tres llegamos a Fuengirola desde tres puntos de la península distintos, Salobreña, Málaga capital y Mérida. Nos incorporamos tardíamente al mismo colegio y, de rebote, también a la misma clase. Éramos todas de un perfil muy similar, las mayores de tres hermanos, niñas súper responsables, (más de lo que correspondía para nuestra edad seguro), aplicadas, tranquilas.

Esto y también el hecho de que caímos en la clase donde había más repetidores y tripitidores, (sí, antes esto ocurría) nos hizo ser una piña casi desde el minuto cero y despuntar sobre el resto.

Nos convertimos en las alumnas más aventajadas de la clase, y establecimos una gran complicidad con los profesores, para los cuales solo tengo palabras bonitas y mi eterno agradecimiento, a todas nos dejaron huella.  Don Francisco, un pozo de sabiduría (no de datos) que nos trataba como a adultos siendo inspirador al máximo. Don Diego, coqueto y eternamente joven. La fantástica e inigualable “señorita Lola”, que cuando maldecía lo hacía en francés…no sabemos si porque así sonaba mejor o porque resultaba más sofisticado. En cualquier caso, fue una época sin lugar a dudas inolvidable. Tenemos grandes recuerdos de aquel ciclo escolar: nueva ciudad, nuevo colegio, nuevos amigos. Entonces las “extranjeras” éramos nosotras, venían muchos turistas de vacaciones, pero aún no había tantos viviendo entre nosotros.

Seguimos juntas también en el instituto, en el nº1 de Fuengirola. Ampliamos el círculo de amigos y éramos una gran pandilla. Elena, Blanca, Myriam, Ana, Alex… y el malogrado y muy querido Antonio, que nos dejó tan prematura e inesperadamente.

Durante la carrera dejamos de estudiar juntas, aunque no dejamos de vernos. Teníamos círculos distintos, a menudo compartíamos los amigos. Y luego la vida nos llevó a cada una de nosotras por distintos caminos en los que encontramos a nuestras parejas, trabajos y fuimos construyendo nuestra propia familia. Bienvenidas Olivia, Claudia, nuestras princesas, que disfrutan tanto como nosotros de nuestras reuniones.

En este recorrido, a trompicones, hemos ido ganado madurez, y algo de paz interior (aún seguimos en la lucha diaria). Seguimos pugnando por encontrar un equilibrio personal y mental que a estas alturas ya sabemos que es lo más parecido a la felicidad.

Somos menos críticas y creo, menos exigentes con nosotras mismas. Hemos perdido esa frescura, y quizás también algo de la energía inagotable de la juventud, no lo vamos a negar, pero hemos ganado en autoestima y confianza. El juicio de los demás ha pasado a un segundo plano, no tanto como para afirmar que ha dejado de preocuparnos, pero sí lo suficiente como para sentir que nos hemos liberado en gran parte de ese escrutinio continuo que tanto nos importaba hace no tanto para darnos cuenta de que cada vez nos importa menos… y que en algún momento no nos importará nada. Cada vez más, intentamos rodeamos solo de las personas que nos aportan, que nos hacen sentir bien, que nos irradian bienestar. Y vamos dejando a un lado a todos aquellos que nos intoxican el alma.

Valoramos la felicidad en las pequeñas cosas e intentamos no perder el norte, centrarnos en lo que de verdad importa, el aquí y el ahora. Aprovechamos los pequeños momentos…sí, todo esto lo hemos ganado con el tiempo. Con las frustraciones y desafíos que la vida nos ha puesto en el camino.  Y a pesar de todo, a pesar de que sabemos que la felicidad está en el aquí y el ahora y que depende casi por entero de nosotras y de nuestra actitud, a menudo hemos pasado y seguimos pasando por épocas tormentosas. Pero seguimos aprendiendo de ellas también, sabemos que no merece la pena, que la vida es muy breve y que no nos podemos permitir estar ausentes de ella.

Somos unas afortunadas por poder estar hoy celebrando este aniversario, somos unas afortunadas de que la vida nos haya dado todo lo importante de verdad: salud, familia, amigos, un medio de vida que además nos permite desarrollarnos profesionalmente. Sí, sin duda de que hay que estar muy agradecidas por las oportunidades recibidas. Y satisfechas por el esfuerzo y el tesón invertido para conseguir nuestros objetivos.

En este año tan especial, esta remesa del 1974 nos escaparemos unos días solas, como hace ya más de treinta años cuando nos quedamos sin viaje de fin de estudios en el instituto y nos marchamos las tres a la localidad vecina de Torremolinos. Aunque eso sí, cambiaremos el escenario. No es, en realidad tan importante este punto, pero puestos a elegir hemos escogido un lugar en el que poder ser lo menos convencionales posibles, en el que estar de relax rodeados de naturaleza en lugar de asfalto. En el que ser plenamente conscientes de que estamos celebramos nuestra amistad, la vida.

Porque no sabemos que nos depara el futuro, ni si quiera si el futuro está meses, a años o a décadas de aquí o si lo vamos a encontrar de modo inesperado. Porque no hay mejor momento que ahora para decirlo, chicas, os quiero mucho. Sois muy importantes para mí, nuestras reuniones, por más que no sean todos lo frecuentes que me gustaría, lo ponen todo en su sitio. Me alegran, me dan paz, me llenan de luz y de buenas vibraciones. Con vosotras siento que puedo compartirlo todo. Gracias por estar ahí.

Y, por último, para terminar, también quería dejar unas líneas para recordar con todo nuestro amor a los padres. A los que están y a los que, por las cosas del destino, ya no están, pero que siguen tan presentes en nuestras vidas y en nuestros pensamientos. Nieves y Martín. Sé que donde estéis, a vuestra manera, lo estáis celebrando con nosotras.