No es ésta una parte de la medina que los turistas suelan visitar ya que no goza del brillo y los servicios que se pueden encontrar en torno a los zocos cercanos a la Plaza Jmaa El Fnaa, pero, en nuestra segunda visita a Marrakesh decidimos apostar por movernos por otra parte de la ciudad roja.

 

Breve historia de la Mellah de Marrakesh

Su apelativo de “barrio judío” o “mellah” no da lugar a error. Sus primeros habitantes fueron familias judías. Aunque hoy su nombre es Hay Essalam.

Está ubicado al sureste de la Medina y está cerca de 3 palacios: el Palacio de la Bahía, el Palacio el Badi y el Palacio Real.

El término “barrio judío o judería” de por sí solo nos habla de segregación, y eso era exactamente lo que era: Un guetto.

Esta judería no fue la primera en establecerse en Marruecos, antes de esta, hubo otra en Fez que tubo un trágico final al ser sus habitantes masacrados durante una ola de sangre y violencia.  Tras estos sucesos, el sultán Moulay Abd Allah les permitió establecerse en la ciudad de Marrakech, ocupando una propiedad real llamada la Mellah. En árabe, «mellah» significa sal, y se piensa que la tierra donde les permitieron asentarse a los judíos era un depósito de sal o un lugar donde se almacenaba agua salada.

Esto fue ya en la segunda mitad del siglo XVI, y el barrio se estableció junto a su palacio para proteger a los judíos de las amenazas y ultrajes de los musulmanes, al mismo tiempo que los funcionarios reales controlaban el pago religioso de impuestos de este importante colectivo por su protección.

Muy pronto otras ciudades de Marruecos también establecieron sus propias «Mellahs», y el cobro de los respectivos impuestos. Como podemos constatar, aquí como en otros países se les recibió con prebendas siempre que pagasen impuestos dejando a un lado otros temas ideológicos o racistas.

Y el barrio creció, bajo la protección del sultán y rodeado de murallas a las cuales se accedía a través de una puerta fortificada que se cerraba al anochecer. Nada más y nada menos que una ciudad dentro de la ciudad.

Dicen que en sus 18 hectáreas de extensión llegaron a habitar unas cincuenta mil personas según el censo de 1947, muchos de ellos de origen español pues tras la expulsión de los judíos de España en 1492, los judíos sefardíes (y luego portugueses) llegaron a las comunidades judías marroquíes buscando donde comenzar de cero.

Sin embargo, esta Mellah de Marrakech siempre fue un vecindario pobre, lleno de oficios, gremios y pequeño comercio que, a medida que sus habitantes se fueron enriqueciendo se fue despoblando, dando paso a vecinos de todas las confesiones y escaso bolsillo, principalmente musulmanes, como es hoy en día.

Hasta la década de 1920, la Mellah de Marrakech albergó a la mayor comunidad judía de todo Marruecos. Pero tras la creación del estado de Israel en 1948, la gran mayoría de los judíos de Marrakech emigraron masivamente a su tierra prometida. Muchos fueron los factores que este nuevo éxodo, pero con un papel principal el nacionalismo marroquí y el ambiente antisemita que se vivía en el país, a pesar de ser judíos nativos marroquíes. Esta situación de inseguridad fue expulsando a la población judía de las diferentes mellah del país.

Por esta razón, como avanzaba, el barrio cayó en el abandono, siendo habitado en la actualidad únicamente por familias musulmanas de pocos recursos económicos y por comerciantes. Los pocos judíos que quedan en Marrakech viven en los barrios modernos de la ciudad, como el Barrio de Gueliz, donde existe una sinagoga moderna.

 

¿Qué ver en el Barrio Judío?

Como decía la antigua Mellah es una de las zonas más humildes de Marrakech y conserva su fisionomía original de calles estrechas y sinuosas, encajonadas entre edificios de adobe (en muchos casos en un estado patente de abandono) y que nos transmiten una sensación de decadencia y de laberinto. El pasado terremoto de 2023 agravó la situación reduciendo a escombros muchas casas. Una fatalidad ya que desde 2014, estaba en marcha un programa de restauración y renovación de casas, muros y plazas para devolver el barrio judío de Marrakech parte de su esplendor.

Sin embargo, lo que veréis es auténtico, en esta parte de la Medina «se vive», mejor o peor. No está pensada para atraer a los turistas hacia aquí, ni para complacer a nadie.

Con un poco de imaginación, o con bastante, se puede adivinar cómo pudo ser la vida cotidiana de los judíos, porque algunas casas del barrio aún conservan todavía la estructura típica de las juderías y la riqueza artesanal de sus habitantes. Pero en términos generales no es una zona de gran interés.

  • Plaza de los hojalateros, Palacio El Badi y las tumbas Saadíes

La visita se puede comenzar en la Plaza de los Hojalateros, hoy punto de reunión social del antiguo barrio judío. Es uno de esos lugares que se han beneficiado de la renovación, con cafés y terrazas en sus arcadas laterales y alguna tienda de souvenirs.  La verdad es que cenamos aquí y es un lugar muy agradable. Sobre todo, si ya habéis vivido la noche de Jmaa El-Fnaa y os apetece un ambiente mucho más sosegado. Aquí podéis cenar y descansar estupendamente sin estar rodeado por la multitud.

Cerca de la plaza, de hecho, saliendo por un lateral de la plaza exactamente, permanece, también en ruinas, lo que queda del Palacio El Badi, construido por mandato del sultán saadí Ahmed al-Mansur para celebrar su victoria sobre las tropas portuguesas en la batalla de Alcazarquivir y, dicen, inspirado en la Alhambra. Como digo, está en ruinas.

Cerca de aquí también se encuentran las tumbas saadíes, un conjunto de sepulturas sagradas de varios sultanes que no fueron visitadas por los viajeros europeos hasta los años veinte del siglo pasado. Esto me recordó a las tumbas de Rabat de la familia Real. Es un monumento funerario de ese estilo. Son 3 salas bellamente decoradas con lujosos azulejos, artesonados y arcos labrados donde se custodian los citados mausoleos.

Y, por último, el Palacio de la Bahía. Que es uno de los más visitados de la ciudad y totalmente de inspiración andalusí, con sus patios floridos, arcadas etc. Estos 3 palacios no corresponden propiamente al barrio, pero están cerca y creo que se pueden abordar en el mismo recorrido con la idea de enriquecerlo en contenido.

  • Sinagoga y cementerio judío

Estas dos visitas sí que son netamente dentro de la Mellah.

Hay dos sinagogas en el barrio, nosotros nos decantamos por visitar la sinagoga Salat Al Azama.

Llama la atención en esta sinagoga en torno a un patio de azulejos blancos y azules en el más puro estilo andalusí, la especial atención que se presta a la tradición sefardí. De hecho, es conocida como “la sinagoga de los exiliados” y es objeto de discusión si fue levantada en el mismo 1492, año de la victoria de los Reyes Católicos en Granada, o algo después.

El edificio que vemos es muy sencillo, data de inicios del siglo XX y en su la planta baja dispone de un pequeño museo con exposiciones sobre la historia de la comunidad judía en Marruecos.  Objetos de culto como antiguos candelabros judíos custodian pergaminos que contienen la Torá, muchas fotografías históricas y documentos, muy interesante.

Existe otra sinagoga, la de Negidim, fundada a principios del siglo pasado. Y también se puede visitar. Las visitas son gratuítas.

Por otro lado, otro lugar especial que sin duda recoge más que cualquier otro la historia del barrio es el cementerio judío. Orientado hacia el este, esta tierra sagrada está delimitado entre las antiguas murallas de la ciudad y el trazado sinuoso de la avenida Taoulat El Miaara.

Su tranquilo interior alberga centenares de tumbas blancas, algunas realmente antiguas, ajadas y maltratadas por el paso del tiempo y por estar realizadas con materiales muy sencillos y austeros, piedras, cemento y cal. Las piedras colocadas sobre algunas de ellas nos indican que aún son visitadas por sus familiares o descendientes. También alberga tumbas de santones y personalidades religiosas de la fe hebrea.

Es el cementerio Miaara, el mayor cementerio judío de Marruecos.

La visita es gratuita. Tomad nota de que para acceder al cementerio los hombres han de llevar una kippah en señal de respeto. El cuidador del lugar, que vive en la casita del guarda, os  prestará una sin problemas. Un donativo es bienvenido.

  • Zocos

Por último, creo que vale la pena ir a sus zocos. Nosotros compramos algunos artículos de bronce para la casa a un precio fijo pero muy bueno, bonitos llamadores con diseños geométricos, alguna escultura y alguna joya touareg. También collares de bisutería a base de cuentas de cristal de preciosos colores que han tenido un gran éxito entre las amistades.

Especial mención merecen los sectores destinados a las joyas, donde se pueden adquirir piezas de oro y plata elaboradas según las técnicas de orfebrería tradicionales, y el mercado de las especias, aquí también compramos tanto las especias como remedios tradicionales y de higiene personal. La mercancía, según la costumbre local, se expone cuidadosamente en cestos de mimbre y en pilas de forma cónica. Los aromas de las hierbas, condimentos, jabones, cremas y perfumes os acompañarán mientras curioseáis por sus callejuelas.

 

¿Como ir a pie desde Jmaa Fnaa?

El barrio judío es accesible a pie y, de hecho, no se tardan más de diez minutos desde la plaza des Ferblantiers, muy cerca del Palacio de la Bahia. Si partís de la plaza Jemaa el Fna, hay que tomar la calle Riad ez Zitoun y acabaréis en esta zona de la ciudad.

 

¿Es segura esta parte de la ciudad?

Nosotros la visitamos tanto de día como de noche y no sentí que fuese insegura. Quizás al cerrar los zocos y tiendas se quede algo desierta, pero en torno a la plaza des Ferblantiers no tendréis problema. En cualquier caso, siempre allá donde viajéis aplicad el sentido común, eso es todo.