En una de las esquinas del en otro tiempo exuberante palmeral de Skoura se encuentra una de las kasbahs mejor conservadas de esta zona. Y es que sólo aquí, diseminadas en el terreno, en esta área entre Erfoud y Ouarzazate que turísticamente se conoce como “la ruta de las mil kasbahs”, existen unos 145 de estos edificios, muchos de los cuales son ya solo las ruinas de castillos azotados por el sol inclemente y las tormentas de arena.
Una kasbah de 300 años de antigüedad
La Kasbah Amridil se construyó por orden de la familia Nassiri, quien sigue siendo la propietaria y la responsable de su mantenimiento y restauración. Es un edificio privado, preservado a través de varias generaciones de esta misma familia, y se mantiene con el precio de las entradas. Si pasan por aquí en su ruta hacia el desierto, no duden en hacer un alto en el camino para durante un breve espacio de tiempo dejar que les cuenten como era la vida tradicional de este tipo de construcciones amazigh.
Esta fortaleza, fue construida a finales del siglo XVII por Mohammed Nassiri El Haskouri, un erudito descendiente del fundador de una famosa orden sufí, y fue originalmente el hogar de una pequeña hermandad que enseñaba los principios del Islam y el Corán. Parece ser que estuvo ocupada hasta 1912, y, nos podemos hacer una idea de su importancia ya que su imagen aparece en los antiguos billetes de 50 dirham.
La kasbah se encuentra a unos 38 km de Ouarzazate en la N10 pero hay que desviarse si se quiere visitar. Quizás por ello no es este un monumento concurrido y tuvimos una visita guiada muy entretenida, donde se nos fue explicando los usos y curiosidades de cada estancia.
La Kasbah está dividida en tres partes. La del oeste se ha reconvertido en hotel y nosotros no la visitamos. La mejor conservada es la central. Desde la terraza superior de esta podemos observar la parte este de la misma, con sectores semiderruidos. Ese espacio, que es realmente un solar lleno de muros caídos y de palmeras, pertenece a un grupo muy grande de personas, por lo que no es probable que haya un acuerdo que permita reconstruir la totalidad del edificio según nos explicó el guía.
Entramos por la puerta principal hacia un pequeño patio donde pudimos ver una herramienta de construcción básica en esta zona, una especie de molde donde se trabaja el tapial o Tierra pisada. Esta kasbah se construyó así, y, de hecho, los actuales propietarios, que se han reservado una zona para su uso privado la habían acondicionado siguiendo paso a paso el método de construcción tradicional. Así se consiguen muros muy sólidos, de hasta 1.20 metros en la base y que se van afinando a media que crecen.
Cada nivel de la casa tiene su función. Una visita al patio interior y a los apartamentos nos permite entender la funcionalidad de estas construcciones.
La primera planta el espacio está dedicada al ganado, una segunda planta para el personal, la cocina, y finalmente una tercera planta reservada para el Caid y sus invitados. En el centro, un patio de ventilación ennegrecido por las cocinas y hornos se abre al cielo.
Las herramientas de trabajo se muestran de modo un tanto descuidado escenificando el aspecto de estas sencillas estancias donde se conservan dos hornos tradicionales, muelas, prensas, lámparas de aceite, tinajas, morteros, candados.
Una estancia que nos llenó de curiosidad resultó ser un inodoro solo para mujeres. Y esta se podía utilizar por todas las mujeres de los alrededores con la intención de preservar su integridad física precisamente cuando más expuesta se encontraba, es decir, cuando estaban haciendo sus necesidades en el campo. La pequeña estancia tenía un rudimentario agujero central y estaba rodeada por varios pequeños ventanucos que la mantenían ventilada al tiempo que la mantenían a salvo de miradas indiscretas.
Se accede a la parte superior a través de una oscura escalera desgastada por el paso del tiempo y caminando sobre suelos de tierra pisada. Aquí hay varias estancias y una bella terraza desde la que se divisa el bello palmeral de Skoura. Es agradable disfrutar de nuevo de los colores y la luz dorada del atardecer después de llevar un buen rato al abrigo de la oscuridad y el frescor de los muros de esta fortaleza.
Desde aquí, en lugar privilegiado y separado del resto, la Zaouia y mezquita privada, donde un imán oficiaba los rezos y enseñaba a los niños, y la habitación de la esposa favorita, madre del primogénito del señor del clan.
Esta visita ha enriquecido nuestro viaje. Os la recomendamos. No os quedéis solo con las fotos. Si tenéis la posibilidad de ver por dentro una de estas imponentes edificaciones no lo dudéis.
Sin duda, una visita que repetiríamos.
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