Si hay un lugar que atrajo y fascinó a los primeros viajeros y artistas por las tierras del Imperio Otomano, sin duda ese fue el Harén del Palacio de Topkapi. Un mundo oculto, sensual y femenino que durante siglos alimentó para los occidentales toda clase de tópicos e ideas que aún hoy en día perduran en el imaginario popular. Y es que lo poco que en occidente conocimos sobre el harén fue a través de novelas y pinturas inspiradas por las musas a los artistas orientalistas, que fueron hechas de oídas más que basándose en testimonios directos hasta que a finales del S.XVIII el sultán Selim III permitió el acceso a esta zona restringida del palacio a algunos artistas para que ilustrasen del natural lo que antes sólo había sido imaginado.

Al escuchar harén o harem nos imaginamos una especie de lupanar de lujo para emperadores y sultanes, sin embargo en el mundo musulmán el harén es simplemente un lugar reservado del palacio que consta del “selamlik” para los hombres y el “harenlik” para las mujeres.

No quiero seguir sin mencionar que numerosas civilizaciones antiguas ya tuvieron harenes (Egipto faraónico, Grecia Clásica y sociedades orientales no islámicas) pero los últimos se refieren a los del Imperio Otomano y es de ellos de los que escribo ya que aquí el harén era una institución de vital importancia y también aquí encontramos el que sin duda es el harén más famoso del mundo, el del Palacio de Topkapi, un laberinto de más de 300 habitaciones de gran valor arquitectónico e histórico.

Pero empecemos por el principio, que creo debe de ser el significado mismo de la palabra “harem”, esta deriva del árabe “harám”, que significa vedado. Esta zona del palacio era la residencia privada del sultán y estaba prohibida a los extraños. En ella vivía el mismo sultán, en un ala separada del edificio, y en otra parte de la casa vivían las mujeres, madre y hermanas del sultán, sus esposas, concubinas y esclavas. Un mundo estrictamente femenino, una jaula de oro rodeada de un espeso muro que lo mantenía a salvo de la mirada del mundo y que era vigilado por una cuantiosa formación de hombres (se dice que en algunos momentos de la historia estos llegaron a ser 800) los cuales son también de sobra conocidos por sus peculiaridades físicas: los eunucos negros. Estos administraban el harén y lo vigilaban para que ningún extraño penetrase en los apartamentos de las mujeres. En su mayoría eran esclavos ellos mismos o prisioneros de guerra, y castrados antes de la pubertad. Cabe imaginar que estos estaban al tanto de todo lo que se cocía entre sus muros y que eran bastante corruptibles. Este cuerpo se organizaba jerárquicamente, el jefe era el Kizlar Agasi, de gran poder y prestigio, único enlace entre el sultán y el gran visir y entre el sultán y su madre.

En el harén vivían las odaliscas, textualmente “mujeres de la habitación”, de orígenes variados y de todos los confines del imperio, generalmente esclavas o cautivas y no musulmanas, las cuales nunca eran liberadas oficialmente ni desposadas, ni si quiera cuando llegaban a ser madres del heredero o reinas madre. El único caso como ya he mencionado en alguna entrada anterior fue el matrimonio legal entre Roxelana y Solimán el Magnífico.

En el harén había en tiempos de Solimán más de trescientas mujeres. Estas eran educadas con gran refinamiento: las doce muchachas más dotadas, educadas en las artes eróticas, la música, la danza o la recitación se convertían en las camareras personales del sultán o “gedikli”, otras pasaban al servicio de la sultana valide, de las otras mujeres del sultán o de los jefes de los eunucos blancos o negros, sin perder nunca su posición servil. Las odaliscas que tenían un hijo del sultán pasaban a ser favoritas o “haseki”, una favorita que subía de nivel se convertían en mujer del sultán (aunque no en sus esposa). La primera mujer siempre solía ser aquella que era la madre del primer hijo varón “kadin efendi«. El resto, la gran mayoría, eran empleadas como sirvientas sin tener que cumplir ningún papel sexual y su trabajo era remunerado.

A la muerte del sultán el harén se vaciaba. A estas mujeres se les buscaba un marido en la ciudad y las madres de los príncipes se trasladaban al viejo serrallo. En Topkapi sólo permanecía la madre del nuevo sultán con su séquito, convirtiéndose en reina madre “sultana valide” y la mujer más poderosa del imperio.

El harem del Palacio de Topkapi, en Estambul, ocupa una superficie de 15000 metros cuadrados, y está compuesto por varios edificios, pabellones, jardines y fuentes de formas y estilos diferentes y conectados entre sí mediante pasillos y patios que con el paso del tiempo llegó a ser un gran laberinto. En estas habitaciones ricamente decoradas de mullidas alfombras, vidrieras de colores y cálida atmósfera, transcurrían las intrigas y luchas palaciegas por el poder y a su vez se ocultaban los rostros, y las vicisitudes de quienes vivieron en su interior desde 1540 hasta 1900 cuando se abolió la poligamia y el harén fue considerado ilegal. Esta atmósfera idealizada e irreal sigue viviendo en la pintura y la literatura, herencia del romanticismo y el orientalismo a través de artistas como Ingrés, o Jean-Leon Gérome.

Para visitar el harén hay que adquirir una entrada a parte de la entrada general al palacio de Topkapi, el acceso se suele hacer en grupos cada media hora, os recomiendo hacer esta visita antes de abordar el resto del palacio ya que es una de las partes más interesantes del mismo. Estando en las taquillas a la hora de apertura no suele haber mayor problema para acceder sin grandes demoras. Dentro del mismo veréis entre otras estancias el Patio de los Eunucos Negros que custodiaban la entrada al harén. Los Pabellones Gemelos; dos salas comunicadas entre sí que dan al patio de las favoritas y decoradas con gran ostentación a base de cerámica y taraceas de ébano y nácar. La Cámara de Murad III que sin duda es una de las habitaciones más bellas del harén, con una enorme cúpula construida por Sinán en 1578 y una chimenea de cobre, vidrieras en las paredes y hasta una fuente monumental para amortiguar el sonido de las voces de los que allí se reunían. Esta da acceso a una pequeña sala de lectura que se conoce como la Biblioteca de Ahmed I. Las inscripciones horizontales de las paredes son versículos del Corán. Estambul_2015_672Otra gran sala es la Sala Imperial, también obra de Sinán construida por orden de Solimán el Magnífico. Esta fue rediseñada en 1750 añadiéndole espejos, columnas de mármol y revestimientos de madera. Era usada para fiestas, bailes y pasatiempos.
También veremos la Sala de la Fruta de Ahmed III, decorada con frutas exóticas con la finalidad de abrir el apetito de a un sultán bastante desganado.
Os llamará la atención los baños de mármol blanco por las rejas doradas que lo protegen. Por lo visto esos momentos de higiene personal eran especialmente peligrosos para la integridad personal del sultán, por ello estaban protegidos por rejas. La visita del harén dura aproximadamente una hora y suele terminar en el Patio de las Favoritas.

Os recomiendo una película, Harem (1986) y dos lecturas;  El Gran Eunuco de Costantinopla, de Zülfü Livaneli y , De parte de la Princesa muerta, de Kenizé Mourad.

Dirección: Babihumayun Caddesi (trasera de Santa Sofía)
Horario:
Del 1 de noviembre al 14 de abril:  L-D 9.00 – 16.45
Del 15 de abril al 31 de octubre:  L-D 9.00 – 18.45

 


 

Ana Morales

© Copyright | Todos los derechos reservados

Si te ha parecido interesante el artículo, ayúdanos a mantener el blog

error: Content is protected !!