Aunque largos años de dictadura militar han convertido la actual Myanmar, antaño Birmania, en uno de los países más cerrados del mundo, conviene recordar que esta tierra fue lugar de paso de las rutas comerciales entre India y China, y era puerta de entrada al Sudeste Asiático.
En tal encrucijada, y contra toda restricción, los birmanos supieron crear y han sabido mantener una sociedad y una cultura únicas, en las que la influencia del budismo theravada se manifiesta en su acusado sentido del igualitarismo y la hospitalidad. Es ésta una colección en la que el fotógrafo Francesc Morera abre ante nuestros ojos múltiples ventanas a un país de tan extraordinaria belleza como poco conocido. Le damos la bienvenida a Myanmar, que no por casualidad es llamada «the Golden Land».
230 fotos on line de Francesc Morera
Textos: Ana Morales
«Las campanas del templo están llamando, y allí es donde debo estar, por la vieja pagoda Moulmein, mirando perezoso al mar; en la ruta a Mandalay.» Rudyard Kipling |
Welcome to the Golden Land |
“Welcome to the Golden Land”: tan inesperada bienvenida nos recibe desde una colorida valla publicitaria en una rotonda de acceso a Yangon. La que hasta hace escasos 7 años fue la capital de este misterioso y desconocido país se despereza poco a poco ante nuestros ojos. Pick-ups y viejos autobuses llenos hasta los topes de trabajadores y de monjes con sus túnicas azafrán aguardan su turno en el semáforo. Mientras, elegantes mujeres ataviadas con sus coloridos longgys caminan entre los coches con sus cestos a la cabeza llenos de mercancías. Pero la antigua Birmania de Loti, Orwell o Kipling ya no es Birmania, sino Myanmar, y su nueva capital, aunque el resto del mundo lo desconozca, ahora es Naypidaw, “Sede de Reyes”, situada a 400 km al norte de aquí. Dicen de ella que es un megalómano intento de emular a los antiguos reyes birmanos, aunque las malas lenguas simplemente apuntan a que los astrólogos y adivinos, que tienen mucho peso en la sociedad birmana y también en el gobierno, así se lo aconsejaron al entonces general Than Shwe. Myanmar afronta hoy, tras más de cuarenta años de aislamiento, censura y dictadura castrense, unas reformas pretendidamente democráticas, encaminadas a la apertura del país, la atracción de inversión extranjera y la reactivación de la ayuda al desarrollo que fue interrumpida en 1987. Tantos años de dura dictadura y represión acabaron con la esperanza y el bienestar de una nación que actualmente es el país más pobre del sudeste asiático, y uno de los más pobres del mundo. A la cola en educación, a la cola en sanidad, en infraestructuras básicas, a la cola en el respeto de los derechos humanos. Un país que en los años 50 tenía la población más educada y los mayores recursos naturales de toda la región, y que ha sido saqueado y arruinado hasta convertirlo en una nación con una renta per cápita de 1394 $ al año por habitante (según recientes datos del FMI). No sé si este indicador tan usado en occidente para clasificar la riqueza de una nación es de ayuda para comprender lo difícil que es la vida aquí. Su población ha estado sumida en el olvido de la comunidad internacional hasta nuestros días, aunque eso ya está cambiando. La reciente liberación de la premio Nobel de la paz Aung San Suu Kyi ha devuelto la esperanza y el coraje al pueblo birmano. Un viaje a Myanmar es, a mi entender, una de las mejores experiencias que uno puede tener.
Unas pinceladas sobre “La tierra del oro”
No fue hasta el año 1996, “Año del turismo en Myanmar”, en que el país abrió por primera vez sus puertas al turismo, en un intento por parte de la Junta militar de obtener ingresos extra; eso sí, manteniendo su poder y sus privilegios, y, por supuesto, estableciendo zonas de acceso restringido a donde aún hoy no se puede llegar. Enamorarse de este bello y misterioso país es fácil: de la decadencia colonial de Yangon, el equilibrio imposible de la fascinante Golden Rock, los vetustos templos y pagodas de la llanura de Bagan, las ciudades imperiales de Mandalay, Amarapura o Inwa, las orillas del inmenso río Ayeryawady o el lento fluir del Lago Inle, donde los inthas viven sobre palafitos y cultivan sus huertos flotantes sobre el lago… son sólo algunas de las maravillas por descubrir para el viajero que gusta romper con los circuitos turísticos más masificados. La recompensa será mayúscula, pues si hay un país que preserva menos alterado el espíritu del sudeste asiático ese es sin duda Birmania. Sus gentes aún conservan la inocencia y la sincera sonrisa del que ve al viajero con nuevos ojos. Visitar Myanmar aún ofrece la sensación del descubrimiento, el contacto desinteresado de sus cándidas gentes y bellísimos rincones evocadores de otras épocas. Es un diamante en bruto aunque es difícil aventurar durante cuánto tiempo más. Mingalabar!
Algunos hitos en la historia de Myanmar: – Prehistoria. Varias tribus de la Edad de Piedra cruzan los territorios de la actual Myanmar (antes Birmania) en su camino hacia el Sudeste de Asia. – Siglo III a C. Primeras huellas de asentamientos de un pueblo en el sur de Birmania: los Mon. – Siglo II a C. Los Mon comienzan a adoptar la cultura de la India, y son el primer pueblo del Sudeste Asiático en convertirse al budismo. – Siglo IX d C. Un grupo tibeto-birmano emigrado hacia el norte de Birmania funda la ciudad de Bagan (Pagan). – 849-1287. Reino de Bagan, que rige Birmania septentrional. – 1044. El poderoso soberano de Bagan Anawrahta conquista a los Mon, unifica el país en un solo reino, y lo convierte en el centro del budismo theravada. – 1287. Birmania es invadida por los mongoles, que destruyen Bagan, aunque son pronto expulsados. – 1605. El país vuelve a ser reunificado. – Siglo XVIII. A fines de este siglo los birmanos empiezan a expandirse hacia la vecina Siam (hoy Tailandia) y se enfrentan a los británicos en la India. – 1824-1885. Las tres guerras anglo-birmanas concluyen con la anexión de Birmania como provincia a la India británica. – 1937. El país se separa de la India como consecuencia de los crecientes movimientos nacionalistas. – 1948. Independencia de Birmania. – 1962. Golpe de estado de los militares y creación de la Junta Militar que rige como una dictadura, llamada ‘socialista’, los destinos del país hasta hoy. – 1988. Levantamiento popular contra el régimen, con la subsiguiente represión. – 1990. Aung San Suu Kyi gana las elecciones con un 80% de los votos, pero los militares le impiden formar un gobierno de carácter civil, y la líder es arrestada. – 1991. Concesión del Premio Nobel de la Paz a Aung San Suu Kyi. – Septiembre 2007. ‘Revolución Azafrán’. Levantamientos no-violentos de los trabajadores, estudiantes y monjes budistas contra la Junta Militar, que son drásticamente reprimidos. – Abril 2012. Aung San Suu Kyi gana un escaño en las elecciones al parlamento birmano, triunfo que es considerado como un desafío al régimen y el preludio de una campaña que podría catapultar a la Premio Nobel a ejercer la presidencia de Birmania. Texto: fotoAleph |
Yangon y el Estado Mon |
Quizás por los acusados contrastes que son su sello de identidad, Yangon, situada en el delta del Irrawaddy, es considerada como una de las ciudades más exóticas del sudeste asiático. Es imposible no dejarse atrapar por la decadencia colonial de Yangon, antaño Rangún. Los acusados contrastes son el sello de identidad de su particular fisonomía urbana; edificios coloniales muy maltratados por el tiempo y la dejadez (foto132), con sus fachadas desconchadas y descoloridas junto a altas torres de metal y cristal que parecen estar fuera de lugar. Frondosos y tranquilos parques y lagos donde la gente medita frente al creciente caos de su centro urbano, monjes caminando descalzos por la calzada junto a militares armados… o pagodas y templos en medio del tráfico y compartiendo espacio con vendedores ambulantes y casas de té. Todo esto a la vez es Yangon, con su bullicioso puerto y sus avenidas, con sus barrios chino e indio y la icónica y dorada Pagoda Shwedagon, la cual, en lo alto de la primitiva colina de Dagon y desde sus 98 metros de altura, parece contemplar la ciudad. “Yangon es observada por el dorado icono del país desde sus 98 metros de altura.”Shwedagon> es el principal destino de peregrinaje del país (foto122). El monumento actual tal y como lo vemos es del s. XVIII, pero su origen es discutido. Aunque se le atribuye una edad de 2.500 años, lo cierto es que existen escritos budistas que indican que fue construido antes de la muerte de Buda, ocurrida en el 480 a C. Por tanto, se puede decir que ha sido testigo de todos los acontecimientos del país a lo largo de los siglos, ha sobrevivido al abandono, al saqueo, los incendios, y a los numerosos terremotos que incluso llegaron a derribar su parte superior. Por todo ello Shwedagon es un icono del país. En Bago hay otra pagoda aún más alta, pero Shwedagon es tan venerada por las reliquias que se dice alberga en su interior, según la leyenda: ocho cabellos del Buda y un trozo de tela. Aunque dicho interior es de ladrillo y no se puede acceder a él, la pagoda se halla recubierta por toneladas de planchas de oro (foto123), tradición que se inició en el s. XV por una reina que donó su peso en oro para conservarla. La parte superior de la estupa está coronada por un hti o pináculo cubierto con 5.448 diamantes y 2.317 rubíes. Para los occidentales este es un lugar de cuento y nos resulta curioso que la gran cantidad de devotos que se postran ante ella, la rodean y veneran con gran fervor religioso (foto125) no parezcan sorprendidos de que semejante templo, sin parangón en el mundo, esté ahí, envuelto por los edificios modernos de la ciudad y asimilado por la misma. Yangon tiene cerca de cuatro millones de habitantes, pero aquí dentro nada perturba a los peregrinos. La gente viene a rezar y a descansar. Familias enteras la visitan y pasan el día en el inmenso complejo que no sólo alberga a la mítica Shwedagon, sino que a su alrededor hay docenas de templos y santuarios y 64 estupas menores donde hacer ofrendas u orar. La gente parece muy reconfortada viniendo a rezar aquí o, simplemente paseando y descansando entre sus templos porque es un lugar muy agradable. El ambiente es estupendo y uno se impregna de paz y de armonía mientras los pies descalzos reciben el calor del brillante suelo de mármol al caminar entre sus innumerables templos, pabellones e imágenes de Buda de todos los tiempos y tamaños. A medida que cae la noche llegan más fieles que encienden sus velas y hacen sus ofrendas de agua, flores o incienso a su Buda personal. Los últimos rayos de sol resbalan por su cúpula ya naranja y las bandadas de pájaros parecen despedirse del lugar hasta el día siguiente. Para Kipling, que tan bien retrató todas estas latitudes en sus libros, Shwedagon era “un misterio dorado… una hermosa maravilla pestañeante”. Mucho menos llamativa que Shwedagon y emplazada en un cruce de calles en pleno centro de la ciudad encontramos la pagoda Sule, también antiquísima y dorada pero de menores dimensiones (foto127). Sule llama la atención porque es un ejemplo del peculiar paisaje urbano y de los comentados contrastes de la ciudad. En su base hay un buen número de comercios y de cambistas. Pero la visita a la ciudad ofrece además otros puntos de interés, como son la Chauk Htat Gyi Paya, con su inmenso buda reclinado (foto128), o la Botataung Paya junto al antiguo puerto de Yangon (foto129) y rodeada por vendedores ambulantes y decenas de monasterios, en alguno de los cuales se puede asistir a la ceremonia del Shinpyu o toma de votos por los novicios antes de su entrada al monasterio. Otro paseo interesante para tomarle el pulso a la ciudad es caminar por los barrios indio y chino, donde además de encontrar bastante oferta gastronómica también hay muchas tiendas, y visitar el mercado de Bogyoke, antiguo Scott Market.
Amanecer en la Roca Dorada
En el estado Mon, a unos doscientos kilómetros de Yangon encontramos el segundo de los lugares de peregrinaje budista más sagrados de Birmania: la Roca Dorada. Si salimos por la mañana temprano podremos parar a lo largo del camino donde hay innumerables puntos de interés, como la Shwemandaw Paya (foto142), el precioso buda reclinado de Nyathalyaung (foto139), el antiquísimo y gigantesco buda reclinado de Shwethalyaung, del s. XIII (foto140), u otras curiosidades como el monasterio de la serpiente o la Kyaik Pun Paya (foto134), con cuatro enormes estatuas sedentes de Buda cuyos ojos parecen controlar todos los puntos cardinales… Para llegar hasta lo alto del monte Kyaiktiyo, donde encontraremos la peculiar Roca Dorada, nos adentraremos en la vida rural del país atravesando pequeñas poblaciones que jalonan la arteria principal del estado, una carretera de sentido único, compartida por toda clase de vehículos y tráfico rodado, de tracción a motor, animal o humana. Observaremos un paisaje verde donde los campesinos trabajan en los campos de arroz, y donde pequeñas casas de bambú construidas sobre pilotes y techadas de hoja de palmera se integran perfectamente difuminadas en el paisaje. Toda esta región está formada por un largo istmo entre el Mar de Andamán y Tailandia y, en general es bastante desconocida para los foráneos. El acceso hasta la plataforma donde descansa la Roca Dorada (foto143) es considerado parte del peregrinaje, y desde el campo base de Kin Pun, donde comienza el trekking, hay que caminar unos once kilómetros que salvan un desnivel de más de mil metros. La primera parte del recorrido la podemos hacer subidos en lo alto de un pick-up del gobierno, el cual asciende por una estrecha vía pavimentada y serpenteante, y el resto del camino, desde el segundo campo base, una hora más o menos de caminata, ya no hay otra que hacerlo por los propios medios. El acceso no es fácil, como todas las cosas que merecen la pena en este mundo, pero os aseguro que el esfuerzo merece la pena. La presencia de la Roca Dorada (foto121) es explicada, por supuesto, con una leyenda, la cual dice que el Buda en una de sus visitas entregó un mechón de su cabello a un ermitaño llamado Taik Tha, el cual se propuso buscar una roca con la forma de su cabeza para consagrar en ella la reliquia. Ayudado por un rey que tenía poderes sobrenaturales localizaron la roca en el fondo del mar y vieron en Kyaiktiyo el lugar perfecto donde emplazarla. En lo alto de la misma, de 7 metros de altura, se encuentra la pequeña estupa que desde entonces contiene la reliquia en su interior. Asimismo se piensa que es el poder de la reliquia el que impide a la roca precipitarse monte abajo. El barco en el que se trasladó la roca se convirtió en otra roca, que también podemos ver allí, conocida como Kyaukthanban (literalmente “estupa de piedra de barco”). Dado que desafía a las leyes de la física más elementales habrá que empezar a creer en leyendas. La temporada de peregrinaje coincide con el final del monzón (noviembre a marzo). Entonces gentes de todas partes del país, y budistas de otros países cercanos, suben al santuario (foto144). El ambiente es recogido y lleno de espiritualidad. Niños monjes pasan a nuestro lado, los peregrinos hacen ofrendas, el incienso arde y eleva sus fragantes volutas sobre los presentes que rezan en dirección a la roca, donde pequeñas campanillas son agitadas por el viento que nos trae sonidos de cánticos desde los monasterios de alrededor. Los devotos rezan durante toda la noche, algunos recogidos en pequeños santuarios anexos a la roca donde solo las tenues velas alumbran las estancias. Estamos ante un paisaje montañoso totalmente abierto y rodeado de vegetación frondosa y virgen muy similar al del norte de Tailandia, donde llenar los pulmones y el pensamiento con aire puro. Y volvemos a ser testigos por segunda vez desde nuestra llegada de la profunda religiosidad del pueblo birmano cuya devoción flota en el ambiente y casi se respira. No importa el credo de cada uno, es fácil sentirse atrapado por ella. Ver el atardecer y el amanecer en la roca es una experiencia inolvidable pues, al igual que ocurre con la pagoda Shwedagon, este es sin duda uno de esos lugares con una carga mística especial. En el camino de regreso a Yangon continuamos descubriendo lugares de interés como el Golden Kyaung (Kwat Htin, foto138), un curioso monasterio lleno de niños con unas bellísimas columnas lacadas y esmaltadas, o el Khaung Hmi Daw Paya (foto135), un curioso templo a orillas de un lago donde flotan los nenúfares.
El Lago Inle y el Estado Shan |
El Lago Inle, en las montañas Shan del nordeste del país, es una de las zonas turísticas más bonitas de Myanmar, y una parada imprescindible para cualquier viajero. No sólo por su bellísimo paisaje de plácidas aguas rodeadas por frondosas montañas, sino también por la diversidad de etnias que están asentadas aquí y el curioso modo de vida de sus gentes. La puerta de entrada al lago es el municipio de Nyaung Shwe, y con unas dimensiones de unos 22 km de largo por 11 km de ancho es el segundo lago más grande de Myanmar. Aunque dependiendo de la época del año en que lo visitemos será más o menos grande. Me explico: durante la época de lluvias lo veremos en su mayor extensión y profundidad, pero se va secando y vaciando a medida que avanza la estación seca, y, por tanto, justo antes del comienzo de las lluvias se puede incluso caminar sobre su lecho, que en algunas partes puede estar bastante seco. Sobre sus islas y orillas habitan unas 70.000 personas distribuidas en 17 aldeas en su mayoría de la etnia intha, granjeros que viven de la pesca y de los cultivos lacustres que obtienen en las tierras de aluvión “robadas” al río (foto007). Estos vergeles flotantes permiten numerosos cultivos que se envían a todos los rincones del país. Los inthas son famosos por su peculiar forma de remar navegando de pie y manteniendo el remo con una pierna (foto005), así como por sus técnicas de pesca. Se mueven como pez en el agua entre sus canales, aprendiendo a ser autónomos en barca desde muy pequeños (foto009).
El Festival de Kandawgyi
Otras etnias de la zona son los shan, taungyo, mon, pa-o, danu, kayah, danaw y bamar, y todos comparten similares creencias animistas y budistas, por lo que no es sorprendente que en torno al lago haya decenas de monasterios y estupas, destacando la pagoda Phaung Daw U Paya (foto021), con el festival anual de Kandawgyi. Esta pagoda del s. XVIII, que no es la más bonita en su construcción, es, sin embargo, una de las tres pagodas más veneradas de Birmania porque guarda en su interior cinco estatuas de Buda muy sagradas, las cuales, a fuerza de recibir ofrendas de láminas de oro durante más de doscientos años hoy son informes, rechonchas e irreconocibles. Este festival se hace para festejar el fin de las lluvias y alejar los malos espíritus y se celebra en todo el país, aunque verlo aquí es más espectacular porque se pueden ver carreras de barcas. Las figuras se trasladan a las barcas (foto026) para comenzar con su peregrinaje anual, que dura varios días, visitando otros monasterios en otras poblaciones del lago. El cortejo es precioso, las barcazas engalanadas surcan lentamente el lago (foto027), en cuyas orillas familias enteras postradas lo reciben, y son acompañados por barcas de peregrinos y particulares vestidos con sus mejores galas y disfrutando de estos días festivos. En todas las poblaciones la llegada de las barcazas es un acontecimiento, gentes de todas las etnias bajan de sus aldeas hasta la ribera para recibirlas (foto028), y en torno a ellas familias enteras que siguen a la procesión acampan y hacen picnic. Una bonita estampa sin lugar a dudas. En estos días, no se trabaja, sólo se disfruta. Aconsejo que si tenéis pensado visitar Inle lo hagáis coincidiendo con este festival, seguro que no os defraudará.
Las Aldeas flotantes
La mejor forma de disfrutar de la belleza y la tranquilidad del lago es hospedarse en algún hotel o resort sobre el mismo. Contemplar la puesta de sol desde el embarcadero o cómodamente sentados en sus terrazas es algo que no tiene precio. Los desplazamientos dentro del lago se hacen en barca con motor, y es a la vez divertido y relajante, porque uno de los atractivos del lugar es pasear relajadamente entre los distintos poblados disfrutando del paisaje y de las curiosas construcciones a modo de palafitos sobre el lago. Una de las más bonitas es la preciosa aldea de pescadores de Nan Pan, donde las cristalinas y quietas aguas reflejaban como un espejo las curiosas construcciones perfectamente adaptadas al medio e integradas en el paisaje (foto012). Lotos, lirios de agua, gladiolos, madreselva rodeaban muchas de las casas, a modo de jardín. También se veían pequeños huertos labrados en pedazos de tierra robados al lago (foto008) con cultivos como el tomate, coles, guisantes o las berenjenas. Pudimos ver a la gente en las escaleras de sus casas lavando ropa, loza, niños nadando, señoras charlando… en fin, un largo etcétera de cotidianidad. En la población de Inpawkhon se trabaja a modo de cooperativas el tejido de la seda y del loto (foto014). En otra cooperativa sobre el lago se fabricaban los típicos cigarrillos birmanos o cheroots, con sabor anisado, que todo el mundo fuma. También nos acercamos a un taller donde trabajaban la plata y a una forja donde podemos ver como se trabaja el acero al rojo vivo. Una visita lúdica y muy interesante es la del mercado semanal. En esta zona los mercados rotan y según el día de la semana se establecen en una u otra población. En nuestro caso, visitamos el mercado de Indein en la orilla oriental del lago, donde se veía mucha gente de la etnia pa-o y taungyo, con sus turbantes de colores (foto181) y cestos de mimbre a la cabeza. El día de mercado es como un día de fiesta, pues los campesinos acuden desde todos los puntos del lago, algunos de las montañas, a vender sus excedentes y a aprovisionarse de mercancías (foto183). Por ello, huelga decir que el mercado estaba muy ambientado con el bullicio y el olor de las especiadas comidas cocinadas allí mismo. Otro día de la semana el mercado es en la población de Ywama, y se trata de un colorido mercado flotante, como ya hemos visto en la vecina Tailandia. Pero además en esta misma población de Indein se encuentran las ruinas de Indein, un misterioso campo de estupas (foto034). El acceso al mismo en lo alto de una colina es a través de unas escaleras techadas jalonadas por 430 columnas blancas. A ambos lados de las mismas se ponen multitud de puestos de artesanía con cosas muy bonitas, lacados, marionetas, esculturas, etc. Dicen que aquí hay 1.057 estupas, aunque en un lamentable estado de conservación, casi todas medio derruidas, algunas totalmente derruidas. Son de ladrillo visto, no muy grandes y rodeadas de vegetación salvaje y caminos de tierra roja. Hay una atmósfera muy especial aquí… muy novelesca, es un escenario en el que no me costaría mucho imaginar a Indiana Jones buscando algún ídolo o tesoro perdido. Pero es una pena que estén abocadas a desaparecer porque nadie se ocupa de esto, tan sólo se desbroza un par de veces al año. Si no fuese así, es seguro que ya no estarían visibles, pues como se puede ver en alguna de ellas, de su interior salen incluso árboles (foto035) que se han hecho camino desde dentro y que acaban por vencerlas. El suelo es tan arcilloso y blando, que imagino que durante las lluvias monzónicas se debe de aflojar mucho, con lo que es más fácil que las estupas cedan y se desmoronen, y eso que ya han sobrevivido a dos grandes terremotos, en 1975 y en 1992. Realmente es chocante encontrarse esta extensión de estupas milenarias, que en cualquier país de occidente estaría protegido, vallado y con taquilla para entrar, incluida a unos pasos del mercado de la población, y a la que se accede solo con salirse de las escalinatas con columnas que llevan al templo de la colina. Sin ningún control ni vigilancia. Supongo que el desarrollo del turismo en los años venideros les hará plantearse estos temas de conservación y control con mayor seriedad, pues seguro que muchas generaciones venideras vivirán de estos mismos monumentos que hoy parecen tener tan poco valor.
El bosque petrificado
Kakku se encuentra a unas tres horas en coche desde el Lago Inle, en la orilla este del lago y en el estado Shan. No llegas aquí por casualidad, ya que queda bastante alejado de las rutas turísticas y para poder visitarlo hay que hacer unos trámites en el centro de “control de viajeros” de Taunggyi, la capital del estado. Una vez realizados, y abonados los servicios, seremos acompañados por un guía de la etnia pa-o, comunidad que gestiona la entrada y visita de extranjeros en la zona. Taunggyi es una población mediana donde hay movimiento, se ve mucho comercio y una marcada presencia china que no tiene ningún encanto especial para el extranjero. Es gris, y repleta de nuevos edificios de cemento de muy dudoso gusto junto a casas viejas y abandonadas, algunas de la época colonial. Hasta 2010 al menos (pues desconozco si esto ha sufrido algún cambio con la llegada del “gobierno civil”) era el límite oficialmente permitido para los extranjeros que viajaban hacia el este de Myanmar por carretera. Y antaño su mercado de rubíes era de los más famosos del país. Dicen que Taunggyi es la puerta de entrada del contrabando de sus países vecinos, y lo cierto es que en la gran cantidad de tiendas y puestos se encuentra de todo, desde moda nupcial hasta pequeños electrodomésticos. Saliendo de Taunggyi, la siguiente parada en el camino fue en un pueblo pa-o. Hay alrededor de 600.000 pa-o en el país, que mantienen su propio idioma e indumentaria (foto036). Los accesos están bastante regular; si lo unimos a los comentarios de algunas guías de viajes, que, o no lo mencionan o comentan que es un lugar peligroso por la guerrilla, la ausencia de turismo es total. Una lástima, pero para nosotros una gran suerte. La primera impresión es espectacular, ante nosotros se despliega un enclave con más de 2.500 estupas alineadas (foto037). La más antigua se cree que es anterior a Cristo, pero en su mayoría son del s. XVII. Paseando entre las estupas se respira una espiritualidad que impresiona. Caminamos descalzos y a nuestro albedrío entre un bosque petrificado (foto038), coronado por un sinfín de campanillas que agitadas por el aire llenaban el silencio de tintineos. En el interior de las estupas suele haber una imagen de Buda con ofrendas; desde fuera apenas se aprecian sumidas en las sombras, pero una vez dentro de la minúscula estancia te topas de frente con ellas. Por cierto, que en el interior de una de ellas se encuentra la única estatua del país y una de las pocas del mundo que refleja al Buda muerto. ¿Cómo es posible que un país tan desconocido para medio mundo albergue tantas maravillas como esta?
Mandalay y las Capitales Imperiales |
La segunda ciudad del país en importancia y en población es Mandalay. Situada a 715 km de Yangon, se la considera el corazón de Myanmar y es el centro religioso más importante del país, ya que más de la mitad de su shanga o comunidad religiosa vive en sus alrededores, pero sobre todo en torno a las eternas colinas de Sagaing, plagadas de monasterios y lugar elegido por Siddharta Gautama para su retiro. Junto a Mandalay, las antiguas ciudades imperiales de Ava, Amarapura y Mingun. Aunque su gentilicio nos evoque reinos muy antiguos, la ciudad data de 1857, cuando el penúltimo rey birmano, Mindon, trasladó aquí la capital. Hoy en día es una próspera ciudad gracias a su cercanía con la principal arteria por carretera que la comunica con China y a su posición privilegiada en una de las orillas del río Ayeyarwaddy, desde el cual podremos embarcar hacia la ancestral capital de Bagan, que conserva uno de los mayores complejos arquitectónicos del Sudeste Asiático, que nada tiene que envidiar, ni en belleza ni en magnificencia al conjunto de los templos de Angkor en Camboya. En Mandalay se encuentra el tercer destino de peregrinaje de Myanmar, el venerado Buda Mahamuni conocido como “el Buda de Rakhine” (foto057) ya que es de este estado del oeste del país (hoy tristemente en las noticias por los conflictos étnicos entre musulmanes y budistas), antes conocido como el reino de Arakán, de donde trajeron la imagen. Es venerada por su significado tanto histórico como religioso y es una de las visitas obligadas para cualquiera de paso por Mandalay. Merece la pena mencionar su historia, pues se remonta a dos mil años atrás y vincula al Mahamuni con los orígenes mismos del budismo birmano. Para los habitantes de Birmania, que han transmitido de generación en generación esta creencia, es la única copia verdadera que existe de Buda, porque fue realizada en vida del mismo y tomándolo como modelo. Por ello durante siglos fue objeto de codicia de numerosos gobernantes, ya fueran los propios birmanos o los extranjeros. Según las propias crónicas arakanesas, a mediados del primer milenio antes de Cristo, en el hoy oeste del país surgió una ciudad estado conocida como Dhanyawadi. Según la tradición local el Buda tuvo una visión en la que Arakán “se convertía en una tierra iluminada por el budismo” y viajó a esta región volando desde la India acompañado por sus 500 discípulos. El monarca de Dhanyawadi invitó al Buda a su palacio para poder recibir las enseñanzas del mismo. Buda aceptó y durante siete días dictó su doctrina. Cuando estaba planeando su regreso a la India, el rey le suplicó al Buda el hacer una “réplica” de sí mismo con el fin de que los fieles pudieran venerarle en su ausencia. Buda aceptó y así nació la imagen de Sakyamuni, considerada la única copia real de la imagen de Buda que existe en el mundo. Dicha estatua, hecha en bronce, pasaría a llamarse Mahamuni (“Gran Sabio”) en su honor. El propio Buda consagró la estatua insuflándole así su propia aura, dándole “vida”. El rey ubicó la estatua en un trono de piedras preciosas y ordenó la construcción de monasterios a su alrededor. Por tanto, y según la creencia popular, la estatua fue consagrada por el mismo Buda Gautama (el buda histórico) con el fin de crear un “gemelo viviente” que en su ausencia aconsejaría a los reyes y, daría sermones a la comunidad. Una antigua crónica arakanesa le atribuye a la estatua unos poderes especiales y sobrehumanos. El santuario de Mahamuni en Dhanyawadi con su legendaria estatua de Buda, continuó siendo el centro de culto principal en Arakán hasta el s. XVIII, pero se convirtió también en un objeto de deseo por parte de los sucesivos gobernantes budistas. Esto hizo que, a finales del siglo se pusiera fin para siempre a la estancia de la estatua del Mahamuni en Dhanyawadi, después de más de un milenio y medio allí (según la tradición). En 1784 el rey Bodawpaya de Birmania, heredero del imperio fundado por su padre (el tercer Imperio birmano), fijó su atención en el vecino estado de Arakán, independiente pero siempre codiciado por los birmanos. Su hijo llevó a cabo la conquista, siendo un duro golpe y una humillación para sus habitantes, y la estatua fue sacada de Arakán para no regresar jamás a su lugar de origen. Estando bajo el control de Bodawpaya la pagoda Shwedagon de Yangon (foto122) y la Roca Dorada de Kyaiktiyo (foto121), y ahora el Mahamuni, conocidos como el “triunvirato sagrado de Birmania”, este tenía un prestigio a nivel religioso prácticamente insuperable pero también un poder político y social inigualable, ya que el budismo jugaba un papel importante en la legitimidad de la monarquía birmana; de hecho entre los argumentos de la conquista de Arakán figuraba la acusación de que el budismo en dicha región estaba en declive y había que protegerlo. Pero esta es la historia.
El santuario que acoge al Mahamuni es una gran pagoda en la parte sur de Mandalay que no es la original, sino una reconstrucción (no idéntica) del edificio de 1785, que fue pasto de las llamas. Hoy día el santuario está rodeado por numerosos monasterios, artesanos, albergues y tiendas de material religioso. Cuando íbamos entrando me vino a la cabeza la expulsión de los fariseos del templo por Jesús, pues realmente hay una gran actividad comercial en la antesala, que no parece muy acorde con la sacralidad del lugar… La estatua se encuentra en una estancia al fin de la entrada principal, y es visible de frente y por ambos lados. Las mujeres no pueden acceder a la estancia y, como yo, nos conformamos con ver a través de una puerta desde la que se ve parte de la imagen. Esta está descansando sobre una plataforma de casi dos metros de altura, y los hombres acceden por ella para hacerles sus ofrendas de lámina de oro. La estatua de Mahamuni es de bronce (aunque nadie lo averiguaría debajo de una capa de 5 cm de espesor de oro que ha hecho “engordar” y deformar a la imagen especialmente por la base). Mide casi cuatro metros de altura, su peso total es de 6,5 toneladas, y muestra al Buda en el momento de la iluminación, con su brazo derecho con la mano tocando el suelo como testimonio de sus actos pasados y la otra mano reposando sobre las rodillas con la palma hacia arriba. Los adornos que coronan su cabeza y el pecho están incrustados de piedras preciosas (diamantes, esmeraldas, zafiros, etc.) donadas por los devotos budistas a lo largo de los siglos. La imagen, desde luego, impone, y resulta curioso y extraño, porque no deja de ser un objeto inanimado. El momento más importante del día es en torno a las 04:00 a.m cuando con los primeros rayos de sol se lleva a cabo el ritual de lavado del rostro de la estatua. El abad es el único que puede tocar el rostro del Mahamuni, lavándole incluso los dientes. Cuando termina el proceso los presentes ofrecen sus donaciones a la imagen. Su posesión y su patrocinio por reyes en el pasado y por la junta militar actualmente no tienen sólo un fin religioso sino también político, y no es otro que perpetuar el control sobre una sociedad, la birmana, cuyo fervor religioso es muy intenso. Entre otros lugares interesantes de la ciudad destacamos al Shwenandaw Kyaung, el único edificio que queda de lo que una vez fuera el suntuoso palacio real, del cual podemos ver su inmenso foso defensivo (foto050). Otro lugar interesante de Mandalay es la Kuthodaw Paya (foto053), conocida como el libro más grande del mundo, por las 729 estupas que contienen las 729 losas de mármol grabadas en “pali” con los libros del Tripitaka (foto054). O la colina de Mandalay (foto051), donde monjes y parejas locales suben a ver el atardecer disfrutando las vistas panorámicas sobre la ciudad y el río y, por supuesto, en las cercanías, las cuatro ciudades imperiales: Ava, Sagaing, Amarapura y Mingun.
Las capitales Imperiales
La visita a Mingun a 11 kilómetros al norte de Mandalay sólo es posible en barco, en un agradable paseo. Hoy día es un pueblo de pescadores que vive entre la exuberante vegetación y sus maravillosos templos (foto066), entre ellos la descomunal pagoda inacabada Pathotagyi (foto067), de 50 metros de altura y llena de enormes grietas que amenazan con desmoronarla un día de estos… o la original Hsinbyume Paya (foto070), construida en 1816 por mandato del príncipe Bagyidaw en honor de su esposa. Sus siete terrazas representan las cadenas montañosas que rodean al mítico Monte Meru y las vistas desde la terraza superior son estupendas. Además también veremos la famosa campana de Mingun (foto069), y la Settawya Paya (foto065), que guarda una huella del pie de Buda. Es interesante, si se va con tiempo, visitar la enfermería budista, junto a la campana, donde todas las contribuciones son muy bienvenidas. En Amarapura, otra de las antiguas ciudades imperiales, se encuentra la mayor y más prestigiosa universidad monástica del país, el monasterio de Maha Ganayon, con más de dos mil seiscientos monjes (foto077). Es posible visitarla, preferiblemente por la mañana para así poder ver el recinto y el reparto de la comida (foto078). Y es que en Myanmar el 89% de la población es de creencias budistas theravada al igual que en Camboya, Sri Lanka y Tailandia, entre otros países. Datos que confirman que la fe budista está más viva que nunca en Birmania, donde sobrepasan en número a los militares. En casi todas las familias hay algún pariente que es monje o monja. Las familias adquieren grandes méritos y respeto cuando uno de sus hijos “toma la toga y el cuenco” (foto079). La vida monástica no los mantiene alejados de la sociedad; muy al contrario, son conscientes de la opresión y de las carestías que sufre el país. Por ello, si hay un colectivo que por conocimientos y convicciones pueda plantar cara al gobierno a pesar de su pacifismo, son ellos. Desde los incidentes de 2007 (Revolución azafrán) se les considera una suerte de tercera fuerza política en el país, que está al tanto de todos los acontecimientos y que tiene muchísimo poder de convocatoria y de convicción, pues son además la institución más organizada después del ejército birmano. El día hay que terminarlo en el U Bein, en Amarapura, para disfrutar de la belleza escénica del lugar al atardecer (foto081). Este puente es conocido por estar íntegramente construido con pilares de teca, exactamente 1.060. Con una longitud de algo más de un kilómetro y sobre el lago Taungtaman está muy transitado a estas horas (foto083), con pescadores, monjes que salen a pasear, gente regresando a casa desde el trabajo, pastores de patos, turistas… el tiempo pasa sin que uno se dé cuenta. El sol, tan naranja hace contraste con las montañas y pagodas cuyos oscuros perfiles se recortan en la lejanía y enmarcan el lienzo (foto084). Es una postal. Ava (Inwa) fue la capital del reino birmano durante más de 400 años, entre 1364 y 1838. Lo único que queda del antiguo palacio real de Ava es la muralla y la torre inclinada de Nanmyin, de 27 metros de altura, casi fantasmagórica. Desde la terraza superior de la torre se ven brillar a lo lejos las pagodas doradas de Sagaing, y los verdes campos de labranza cultivados y transitados por calesas y rebaños. El Bagaya Kyaung es un bello monasterio construido en teca y ricamente ornamentado con tallas. Otros puntos interesantes son Le Htat Gyi Paya (foto074), que nos recuerda a la pagoda inacabada de Mingun, o el monasterio Maha Aung May Bon San (foto075). Sagaing, con sus más de 60 monasterios, es descrita como un “pequeño vaticano del budismo”. Los templos y monasterios salpican la colina de cúpulas doradas emergiendo de la exuberante vegetación (foto061), mientras el río al fondo, brilla y fluye lento hacia los puentes que cruzan sus orillas. Es posible visitar alguno de los templos, entre ellos, en lo alto de la colina, la Pagoda U Ponya (foto062), muy venerada y dedicada a una de las 547 reencarnaciones del Buda: el sapo. La U Min Tounzeh Paya (foto063), tiene 45 imágenes de Buda sentadas y 2 de pie, todas lacadas y forradas con pan de oro (foto064). Están colocadas una al lado de la otra y formando una curva. Impecablemente cuidadas, su exterior es chillón y kitsh. La Kaunghmudaw Paya es inconfundible en la distancia debido a su enorme cúpula hemisférica de un blanco inmaculado (foto059). La pagoda, construida en 1636 en estilo cingalés, se eleva a más de 45 metros, y representa “el pecho de una reina de Myanmar”. En fin, aunque por doquier nos sintamos rodeados de un apabullante patrimonio artístico esto no debe impedirnos que le tomemos el pulso a la actual Mandalay. Para ello es una gran idea pasear en torno al Zeigyo Market (foto190), con sus casas de té, sus puestos de verduras y sus fragantes especias. O visitar algún taller de fabricación de marionetas ya que estaremos en el lugar donde se fabrican y son realmente el “regalo” por excelencia. La noche es un excelente momento para visitar un espectáculo sin igual en Mandalay, los Moustache Brothers, un trío de cómicos, muy satíricos, que hacen teatro de marionetas, y, que son muy críticos con el gobierno.
El legado intemporal de Bagan |
Ni siquiera amanecía cuando llegamos a la orilla del río Ayeryarwadi para tomar un barco que descendiendo el río desde Mandalay nos llevaría a la ancestral capital de Bagan (foto086), un punto imprescindible en la visita del país, pues Bagan, con sus templos y pagodas de más de 1.500 años de antigüedad, es, sin duda, el sitio que más fascina al visitante y uno de los enclaves arqueológicos más importantes de Asia. Hoy mucha gente opta por el avión, pero el trayecto por el río nos permitirá ver más de la forma de vida del país; unas diez horas de viaje, pero una gran elección. El río Ayeryarwadi es una de las arterias básicas del país, y con sus 2.170 km es uno de los ríos navegables más largos de Asia, conectando el norte y el sur del país y regando los arrozales y campos a su paso, dando la vida a las aldeas de sus orillas (foto088). El escritor George Orwell, que sirvió en la policía colonial británica, decía de él que “brillaba como si arrastrara diamantes”; en cualquier caso es un lujo poder sentarte en la cubierta a disfrutar del bello paisaje envuelto en las brumas del amanecer (foto090), cuando el ambiente aún es fresco y se despliegan toda clase de colores y luces entre las nubes. Así, las eternas colinas de Sagaing, semi ocultas por los jirones de niebla, con las puntas doradas de sus pagodas recortadas entre la vegetación, parecían de cuento suspendidas entre el cielo plomizo y el río. Bagan, oficialmente llamada “zona arqueológica de Bagan”, está a 190 km al sur de Mandalay, y a unos 700 km de Yangon. Es un lugar mágico, único y tremendamente bello (foto091). Un lugar inolvidable que cautiva. Este enclave pasó de ser una pequeña capital regional a ser la capital del primer imperio birmano cuando el territorio fue unificado por el rey Anawratha, el cual adoptó y convirtió el budismo en la religión oficial del estado. El hecho de que haya una concentración de templos tan grande en esta zona responde a sus circunstancias históricas: el rey Anawratha conquistó en 1057 la capital Mon del estado de Thaton y se trajo aquí las escrituras budistas del Tripitaka, con lo que el lugar empezó a florecer como centro religioso y cultural a la par que políticamente. Artesanos y estudiosos del budismo theravada de India, Sri Lanka o Tailandia se trasladaron aquí. Y así, los reyes de Bagan construyeron unos veinte templos al año durante un periodo de 230 años, hasta que la planicie fue abandonada por el empuje de los mongoles. En 1287 el reino cayó, siendo saqueado y abandonado. Perdió así su importancia política, pero no su importancia religiosa y cultural. De hecho Marco Polo, en una crónica de 1298 de “El libro de las maravillas”, lo describía diciendo que “sus torres estaban recubiertas con una capa de oro de un dedo de grosor” y que el lugar era “uno de los sitios más bellos del mundo”. Lo primero sólo lo podemos imaginar, pero lo segundo, sin duda lo subscribo. Dentro del territorio de Bagan se distingue entre las zonas conocidas como Viejo Bagan, Nuevo Bagan y Nyaung U. Viejo Bagan es el corazón de la zona arqueológica, dentro de la cual están los templos principales, las murallas y el museo. Hasta los años noventa, la gente había habitado en el Viejo Bagan durante generaciones viviendo entre los templos y dedicándose principalmente a la pesca y el pastoreo y cultivando los campos que lo rodean, pero fueron “reubicados” de un día para otro en el emplazamiento de Nuevo Bagan, tal y como pasó en otras zonas del país para hacer paso a los turistas. Las autoridades querían mantener la fotogenia de la zona y sus habitantes les molestaban. Un día llegaron las excavadoras y los habitantes fueron trasladados sin indemnizaciones ni compensaciones económicas, recibiendo, eso sí, una parcela de terreno baldío en Nuevo Bagan. Afortunadamente las tierras se siguen cultivando, plantándose principalmente el cacahuete; por ello si vais antes de que empiece a secarse el terreno después del monzón, veréis que todo es puro verdor. Por último Nyaung U es la población más grande de la zona, está situada a unos 5 km al nordeste del Viejo Bagan. Aquí hay variedad de alojamientos, restaurantes y cibercafés, aunque para mi gusto carece de ningún otro interés o encanto. En total, la zona de Bagan ocupa más de 41 kilómetros cuadrados, por lo que nos podríamos pasar días y días recorriéndola. Antes de la caída de Bagan, la capital llegó a poseer cerca de 5.000 templos, de los cuales en la actualidad existen censados en torno a 2.000, entre los más conocidos y los denominados templos menores. Siguen siendo muchísimos, y, sólo se ha de subir a la terraza de cualquiera de ellos para contemplar el paisaje salpicado de construcciones, en su mayoría de ladrillo rojo y de piedra. Un día optamos por alquilar un coche para ver los templos más alejados y las localidades de Nyaung U y Myinkaba, donde se fabrican los famosos lacados del país. Otro día nos alquilamos unas bicicletas, y es una experiencia que recomiendo a todo el mundo. Es una gozada recorrer los caminos un poco al albedrío y dejando que surjan las sorpresas a nuestro paso. Pastores con rebaños de cabras, bueyes o patos, campesinos trabajando los campos, niños jugando en los templos…
Algunos templos
El templo de Ananda (foto094)está considerado como una obra maestra de la arquitectura, en este caso de la arquitectura del pueblo mon. Se dice que este templo de proporciones perfectas fue construido en el año 1105 por el rey Kyanzittha. Es el mejor conservado y el más venerado de los templos de Bagan a pesar de que resultó seriamente dañado en el gran terremoto de 1975. Su dorada aguja lo hace fácilmente identificable entre otros. Hay quien dice que el nombre del templo es en honor del fiel discípulo y secretario personal de Buda, su primo Ananda, y hay quien dice que el vocablo “ananda” en este caso es una derivación del sánscrito que significa “muy hermoso”; puede ser una explicación muy válida pues el templo es mucho más que una construcción. En su interior se pueden contemplar bellos ejemplos de todas las artes birmanas: escultura en piedra, estuco, vidrieras esmaltadas, terracota, talla de madera, obras de arte de forja… El porqué este templo es tan distinto de los demás descansa en una curiosa leyenda que narra cómo le llegó al rey la inspiración para su construcción. Esta dice que ocho monjes llegaron un día al palacio del rey Kyanzittha pidiendo limosna. Le contaron al rey que una vez habían vivido en el templo cueva de Nandamula, en el Himalaya. El rey estaba fascinado por los cuentos e historias que los monjes le narraban y les invitó a regresar a su palacio repetidas veces. Los monjes con sus poderes meditativos le mostraron al rey el mítico paisaje del lugar del que procedían. El rey Kyanzittha se quedó abrumado por la visión y entonces tuvo el deseo de construir un templo que recordaría ese paisaje, un templo que guardaría el frescor en su interior a pesar de estar en medio de la llanura de Bagan. Después de la construcción del templo, el rey ejecutó a los arquitectos para así asegurarse de que el estilo del templo sería único, y así ha sido. Una de las cosas que llaman la atención en su interior son las cuatro enormes estatuas doradas de Buda de teca maciza muy similares, pero distintas. Representan al buda que ha llegado al nirvana. Dos de ellas fueron reemplazadas tras ser devoradas por el fuego, y las otras dos son originales, orientadas al norte y al sur. Estas muestran una posición de manos o mudra que simboliza el primer sermón de Buda, que es conocida como Dhammacakka, y con ellas pasa algo curioso, y es que si miramos a la estatua desde cerca, da la sensación de tener una expresión triste en la cara, pero cuando nos vamos alejando la expresión va siendo cada vez más risueña… Otro templo curioso es el templo de Manuha (foto103). Este templo no llama mucho la atención por su exterior de piedra, sino por el contenido que alberga en su interior. Me refiero a las enormes estatuas de Buda, que parecen estar totalmente sobredimensionadas con respecto a su espacio interior (foto104). Para saber el porqué del exagerado tamaño de las mismas hay que indagar de nuevo en la historia de Bagan. Este templo lleva el nombre del rey mon de Thaton, que fue capturado y hecho cautivo por el rey Anawratha (que recordemos, saqueó la ciudad de Thaton expoliando el Tripitaka o escrituras sagradas budistas, inicio del florecimiento de la ciudad de Bagan). Dado que los antiguos reyes birmanos no hacían prisioneros, el rey Anawratha, en un alarde inusual de compasión, mantuvo cautivo en Bagan al denostado rey Manuha, al cual, como a otros muchos devotos de familias nobles, se le permitió construir este templo en 1059 a modo de ofrenda. En él Manuha reflejó su estado de ánimo afligido por el cautiverio. En la parte delantera del templo hay tres grandes Budas sentados de unos 15 metros de altura y en la parte de atrás hay uno enorme reclinado en la posición del Parinibbana (el acto de entrar en la muerte). Todos ellos parecen demasiado grandes y sus incómodas posiciones se dice que representan el stress y la falta de confort que el rey cautivo soportaba. De hecho, es un poco agobiante moverte por su interior pues no llegas a ver las figuras completas debido a su envergadura. La sensación de opresión se transmite al visitante, se hace palpable el malestar que Manuha quiso transmitir. Shwezigon es otro de los templos importantes de Bagan (foto100), muy distinto a los ya comentados Ananda o Manuha Paya. Se encuentra entre la villa de Wetkyi-in y Nyaung U y es el principal punto de interés de esta zona, a unos 5 km del Bagan más antiguo. La relevancia de Shwezigon se debe a que fue construido con la finalidad de ser el más importante santuario-relicario de todo Bagan, que contendría entre otras reliquias los huesos frontales y del cuello de Buda, una réplica de la Reliquia del Diente del Buda de Kandy (Sri Lanka), y una imagen del Buda Esmeralda de China. La leyenda cuenta que el emplazamiento de Shwezigon fue elegido por un elefante blanco. Un lugar de oración y reflexión para la nueva fe theravada que el rey Anawratha (uno de los reyes que más templos construyó) había establecido en Bagan. De hecho, esta pagoda fue comenzada por el propio rey Anawratha, aunque fue finalizada en el año 1076 en tiempos del rey Kyanzittha, otro de los grandes reyes constructores de Bagan, durante cuyo reinado la ciudad fue conocida con el sobrenombre de “ciudad de las cuatro mil pagodas”. Además de ser una de las estupas más antiguas de Bagan, Shwezigon es famosa por ser el lugar en el que los 37 nats o espíritus animistas prebudistas fueron oficialmente reconocidos y respaldados por la monarquía bamar, y, de hecho, en el recinto encontraremos una estancia con las figuras de los 37 nats. Y es que los birmanos rezan a Buda desde un plano más espiritual, pero para problemas concretos y conflictos terrenales cotidianos piden ayuda a los nats. Otros templos igualmente interesantes son Thatbyinnyu (foto098), Dhammayangyi (foto105), Gawdawpalin (foto102), Sulamani (foto112), Htilominlo (foto115), Pyathadar (foto118), etc, etc.
Una excursión casi natural desde Bagan es la visita del Monte Popa. Durante el mes de Nayon (mayo-junio) y el de Nadaw (noviembre-diciembre) se celebra el festival anual de los espíritus, y gentes de todo el país se acercan hasta el santuario de Mahagiri, a los pies de las escaleras de subida al Taung Kalat, donde están las figuras que representan a los 37 nats. Posiblemente a mucha gente no le diga mucho el nombre de Taung Kalat, pero todos hemos oído hablar del Monte Popa, de hecho, erróneamente la mayoría de la gente confunde uno con otro. Hace 250.000 años, un gran terremoto sacudió el centro de Myanmar y desde la estéril planicie de Myingyan surgió el Monte Popa. La ceniza volcánica sobre la ladera del monte fertilizó estas tierras que hoy día son un vergel, llenas de vegetación frondosa y flores. Por ello se le llama Monte Popa, que es la palabra en sánscrito para “flor”. Para los habitantes de las regiones circundantes, la cima se convirtió en el hogar de los dioses, el “Monte Olimpo” de Myanmar. Alquimistas y ocultistas hicieron su casa sobre la ladera de la montaña, y otros estaban convencidos de que seres mitológicos vivían en los bosques y entre las flores. Por ello el Monte Popa se convirtió en el centro de adoración nacional de los nat y en su hogar oficial. Desde la cima del Monte Popa (1.518 metros), o desde el Monte Popa Resort (798 metros) en su ladera, observamos (foto120) un elevado cono volcánico, de verticales paredes que queda por debajo, rodeado de esta espectacular vegetación entre la que parece flotar: este es el Taung Kalat (737 metros), a cuyos pies, como decía antes, están las imágenes de los 37 nats oficiales. En lo alto del mismo hay un pintoresco complejo de monasterios, estupas y santuarios, y unas vistas impresionantes, claro, aunque el ascenso no es para todo el mundo, pues se hace a través de unas empinadas escaleras de más de setecientos escalones. Bagan hoy día no es Patrimonio de la Humanidad debido a que la Junta militar se niega a seguir las directrices necesarias marcadas por la Unesco para la preservación y restauración del lugar. Pero puedo asegurar que el sitio merece de sobra la distinción. Es de desear que lleguen a un entendimiento, porque en los pocos templos en los que la Unesco intervino, antes de ser invitados a marcharse, el trabajo de restauración es excelente. Y por ende, los trabajos de restauración llevados a cabo por el gobierno son infames. Las normas de restauración, como ya hemos visto en otros enclaves como Kakku o Indein, no sólo no se han respetado, sino que se han empleado materiales y técnicas modernos. Aún peor, podemos ver que han seguido construyendo nuevas estupas cerca de las antiguas, creando horrendos pastiches. Esperemos que las anunciadas reformas y el restablecimiento de las relaciones internacionales acaben por abordar el tema de la conservación del impresionante patrimonio artístico de Myanmar.
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