Muchos de nosotros cruzamos por primera vez su umbral hace algunos años, siguiendo los pasos de la cándida costurera Sira, protagonista del best seller “El tiempo entre costuras”, de María Dueñas. Fuimos descubriendo junto con ella sus estancias de inspiración oriental y el modo de vida glamuroso, cosmopolita y desenfadado que se vivía en sus salas, sus opulentas habitaciones y en el resto de la ciudad.
Os hablo del Hotel Continental de Tánger, un edificio emblemático de la ciudad, cuya fachada encalada enclavada junto al extremo norte de la Medina sigue hoy como antaño desperezándose cada día frente al puerto, dando la bienvenida a los viajeros que llegan en el ferry u ofreciendo un refrigerio en sus soleadas terrazas a los apresurados cruceristas que recalan por unas pocas horas en este puerto.
El Hotel Continental se inauguró hace ya más de 150 años, sin que desde entonces se haya visto alterado por elementos arquitectónicos recientes. Las amplias habitaciones, a las que se accede a través de sus desgastadas escaleras y pasillos llenos de objetos antiguos, fotografías y alfombras, son a mi parecer la zona más castigada por el tiempo.
Es evidente que necesitan con urgencia un “lifting” y mucha dedicación para adaptarse a las demandas del viajero actual pues a pesar de que una parte del mismo fue renovada en los años ochenta, acusa falta de mantenimiento y decadencia, pero todo y así, hay que felicitarse porque aún siga abriendo sus puertas para permitirnos transportarnos en el tiempo, aunque sea tan sólo por lo que dura una breve estancia en la ciudad. Aceptando y conociendo todo lo anterior, creo que respirar la atmósfera anclada en el tiempo del Hotel Continental es justificación suficiente para que un viajero se aloje en él. Sólo por formar parte de su leyenda, o de entreverla ya vale la pena alojarse en alguna de sus destartaladas habitaciones llenas de fantasmas. Podrán recorrer este museo a placer, disfrutar de sus espacios comunes de inspiración oriental, de sus mosaicos de cristal, sus cerámicas, sus bellos arcos, y antigüedades. De desayunar en la terraza contemplando el movimiento del puerto y evocar a ese Tánger de entreguerras del que tanto hemos oído hablar pero del que tan poco sabemos en verdad.., ese que para algunos sólo fue sólo un mito y para otros una realidad.
Los responsables del mismo, desde luego, dejaron huella en numerosos rincones de la ciudad. Y no cuesta nada imaginar que en tiempos del protectorado, a los lujosos establecimientos como este no le faltaría la clientela. Muchas de las personalidades más relevantes de la época se hospedaron aquí, artistas, escritores, diplomáticos, millonarios excéntricos, estraperlistas, timadores, espías, etc, debió de ser un momento ciertamente fascinante y Tánger, por sus circunstancias de ciudad franca y de leyes laxas, un polo casi magnético que los atraía.
Dispares individuos que llegados de todo el mundo huyendo de la guerra hicieron de este hotel su casa y su oficina de negocios. Individuos que se movían en estos ambientes como pez en el agua y que contribuyeron a crear la leyenda tangerina de ciudad canalla y liberal que a tantos molesta y que sin embargo fueron para bien o para mal artífices del mito.
Seguir sus huellas, cambiar de mundo, de continente y recorrer sus mágicos rincones está a tan sólo una hora de ferry desde Tarifa, es más sencillo que organizar un fin de semana de escapada en España, y, seguro que también más económico. La experiencia no defraudará.
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Me gusta lo expuesto. Soy tangiawi.