Esta colina de origen volcánico que se encuentra más allá de la Old Town de Edimburgo es uno de los puntos desde donde los apasionados de la fotografía se llevarán la imagen más completa de la ciudad y del fiordo del río Forth. Pero esta ladera es famosa además por numerosas leyendas que van desde el posible emplazamiento del reino de Camelot pasando por un milagro medieval o la historia que hoy les cuento y que confirma el carácter misterioso e histórico del lugar.
Son muchas las leyendas que se refieren al “Asiento de Arturo”. El nombre de «Arthur» hace referencia al mítico rey medieval. «Seat» querría decir que se asentó en este lugar. Otra leyenda relata que el Rey Arturo se quedó dormido bajo tierra, listo para despertarse si se le pide auxilio. Pero una de las historias más desconcertantes de este lugar es algo más reciente. Comenzó en 1836 cuando un grupo de chavales que estaba cazando conejos encontraron en el costado noreste de un acantilado un nicho excavado en la roca y protegido por unas láminas de pizarra.
Extraño descubrimiento
Tras arrancarlas descubrieron en su interior 17 «ataúdes liliputienses” de madera de unos diez centímetros. Los diminutos ataúdes de Arthur’s Seat estaban dispuestos en tres niveles: dos niveles con ocho de ellos y un ataúd solitario en la parte superior. En el interior de cada ataúd, había una pequeña figura con forma de hombre, hábilmente tallada en madera y vestida con ropa hecha a medida que había sido cosida y pegada con cola. Los ataúdes, todos distintos, habían sido depositados uno a uno en la pequeña cueva, y parece que en distintos intervalos a lo largo de muchos años. Según la crónica publicada en julio de aquel mismo año firmada por el periodista Charles Fort, los ataúdes del primer nivel estaban bastante deteriorados y sus envolturas se habían desmoronado. En el segundo nivel los efectos del tiempo aún no eran evidentes. Y el ataúd superior parecía bastante reciente.
Poco más se supo del origen o propósito de este hallazgo en cien años salvo el mencionado relato de Fort. Menos de la mitad de ellos sobrevivieron, ya que como se menciona también en este primer relato «muchos fueron destruidos por los muchachos arrojándoselos unos a otros como insignificancias despreciables y sin sentido«. Los ataúdes sobrevivientes fueron recuperados al «día siguiente» por el maestro de escuela de los niños, un tal Sr. Ferguson, que era miembro de una sociedad arqueológica local. Los ataúdes aún estaban sin abrir en este momento. Fue el propio Sr. Ferguson quien se los llevó a casa en una bolsa y esa noche comenzó a levantar las tapas con un cuchillo…
Los que se bajaron de la ladera finalmente llegaron a la colección de Robert Frazier, joyero de South Andrews Street, quien los exhibió en su museo privado. Tras la jubilación de Frazier en 1845, este subastó la colección. Este lote, descrito en el catálogo de venta como «los célebres ataúdes liliputienses encontrados en Arthur’s Seat, 1836«, se vendió por la cantidad de 4 libras esterlinas de la época. Los ataúdes pasaron así a manos privadas desconocidas y permanecieron así hasta 1901, cuando su entonces propietaria, donó los ocho que podemos ver hoy en al Museo Nacional de Escocia.
Teorías de su procedencia
Allen Simpson y Samuel Menefee (de la Universidad de Edimburgo y la Universidad de Virginia, respectivamente) llevaron a cabo un estudio detallado de las figuras en 1994 y han sugerido que fueron adaptadas de un juego de soldados de juguete de madera fabricados alrededor de la década de 1790, pero no decorados o enterrados en la cueva hasta la década de 1830. Las figuras posiblemente fueron talladas por un zapatero, aunque es posible que los ataúdes fueran elaborados por dos personas diferentes. Algunos de los materiales como la tela con la que vestían los cuerpecitos data de principios de la década de 1830, por lo que no habían estado enterrados durante más de seis años.
Qué representaban y porqué estaban en su escondite secreto donde podrían no haber sido nunca descubiertos es algo que hoy en día sigue siendo un misterio por resolver, hasta el punto de que si habéis visitado el Museo Nacional de Escocia veréis que los ocho ataúdes están expuestos allí y que hay una exposición que desgrana las teorías que rodean este extraño descubrimiento.
¿Eran símbolos mágicos, memoriales de marineros, o de alguna manera vinculados a los infames asesinos en masa de la ciudad, Burke y Hare?
Un misterio lleno de teorías entre las cuales está la brujería (posiblemente el más plausible).
Según esta posibilidad, las brujas ejecutaban hechizos de muerte sepultando las réplicas de aquellos que deseaban asesinar o perjudicar ( magia simpatética). El muñeco representa a una persona en el ritual o hechizo. Los objetos antropomorfos utilizados para afectar a distancia a un enemigo no son exclusivos del vudú, se utilizaron y se siguen utilizando en prácticamente todo el mundo.
Hay que señalar que en la cercana colina de Calton Hill, en pleno Old Town, se llevaron a cabo las ejecuciones de mas de 3000 supuestas brujas (según la inquisición escocesa). La brujería estaba arraigada en el miedo a lo desconocido de los ciudadanos. Con ella se buscaba una explicación a todo lo que no podían explicar: enfermedades, asesinatos, desapariciones… Aunque la cifra es monstruosa, y muchas infelices fueron sádicamente torturadas hasta la muerte por hechos tan peregrinos como ser pelirroja o por la acusación de algún vecino envidioso o rencoroso, la brujería existía.
Otra teoría hablaba de que representaban entierros “mímicos”, tal vez para marineros perdidos en el mar. Walter Hävernick, el director del Museo de Historia de Hamburgo, presentó esta la teoría. Refiriéndose a una superstición marinera alemana de guardar raíces de mandrágora o muñecos en pequeños ataúdes como talismán. Postuló que los ataúdes eran un tesoro de amuletos de la suerte, seguramente escondidos en la colina por algún comerciante para venderlos a los marineros. Pero, aunque el uso de amuletos persistió en Escocia hasta bien entrado el siglo XIX, no se han encontrado pruebas de esta particular tradición marinera.
Sin embargo, si pensamos en un evento o eventos relacionados con Edimburgo que pudiese haber involucrado diecisiete muertes, que ocurrieron cerca de 1830 y antes de 1836 una respuesta bastante obvia nos viene a la mente: los asesinatos de West Port por William Burke y William Hare en 1827 y 1828.
Burke y Hare
A principios del siglo XIX, Edimburgo tenía una gran reputación como centro de enseñanza médica. La clave de esta educación era la comprensión de la anatomía; sin embargo, para que esto fuese posible era necesario disponer de cadáveres para la disección.
Con más y más estudiantes llenando los quirófanos de anatomía y menos criminales encontrando su fin en la horca (la fuente habitual de abastecimiento de cuerpos para la mesa de disección), la oferta ya era muy inferior a la demanda. Burke y Hare, el infame duo irlandés, vio una brecha en el mercado, y decidieron aprovecharla y ganar dinero fácil. A diferencia de otros rufianes que acechaban los cementerios y desenterraban los cuerpos recién enterrados Burke y Hare no lo robaban del cementerio, sino que fueron mucho más allá: ellos mismos los asesinaban. Burke y Hare asesinaron a 17 personas, en su mayoría habitantes de los bajos fondos de la sociedad de Edimburgo para sacar provecho económico suministrando cadáveres al renombrado Dr. Robert Knox, de la prestigiosa facultad de medicina de Edimburgo.
En opinión de algunos autores, el hecho de que todas las 17 víctimas fueran diseccionadas y, en consecuencia, no tuvieran un entierro decente, podría haber inspirado un «entierro mímico» en Arthur’s Seat: un modo de tranquilizar sus espíritus. Esta teoría solo tiene un pero, y es que las figuras parecen representar a hombres, y entre las víctimas de este duo de asesinos también había mujeres…
En lo que sí estaban de acuerdo la mayoría de los periódicos de la época estaban en la afirmación de que los entierros se habían realizado a lo largo de un período de tiempo considerable. Pero dado que no fueron descubiertos por ningún experto u arqueólogo, es simplemente factible que los más deteriorados simplemente fuera porque estaban en contacto con la roca y con mayor humedad o agua.
Sea como fuera, en diciembre de 2014, el Museo recibió un paquete misterioso: una réplica bellamente hecha de uno de los ataúdes, crípticamente titulada «¿el XVIII?»
¿Hechizo satánico, encantamiento o eco de la espeluznante historia del inframundo de Edimburgo? ¿Cuál es vuestra teoría?
Información práctica de Arthur´s seat
¿Donde?
La Colina de Arthur´s seat está a un kilómetro y medio del Castillo de Edimburgo, en el sureste de Edimburgo, y es el pico principal de un grupo de colinas que forman la mayor parte de Holyrood Park, el parque real del Palacio. Es bastante sorprendente encontrar este espacio natural tan cerca de la ciudad, con varias rutas para caminar, todas las cuales son factibles para adultos y niños con un estado físico razonable.
Debido a que el centro de Edimburgo es compacto y transitable, se puede incluir Arthur’s Seat en un itinerario de un día que incluya otras atracciones cercanas. Un gran lugar para caminar, correr o andar en bicicleta situado al final de la Royal Mile, a unos veinte minutos del Palacio de Holyroodhouse y el Parlamento escocés.
En cualquier caso, para los que no visiten las Highlands será una excelente manera de experimentar la belleza natural de Escocia sin salir de la ciudad.
¿Cómo subir?
Hay varias rutas para acceder a Arthur’s Seat.
Las principales rutas a pie son la Ruta Azul (2,5 km) y el Circuito Negro (3,0 km), que tienen diferentes puntos de partida y puntos de interés a lo largo del camino. Ambos tardan alrededor de una hora y media en completar el viaje de ida y vuelta.
También se puede acceder a Arthur’s Seat a través de un camino más rápido, el Zigzag Path, que tarda unos 25 minutos en ascender desde el estacionamiento principal. El esfuerzo se verá recompensado con creces porque las vistas son estupendas. Podremos entretenernos localizando los monumentos de Edimburgo y contemplar cómo el río Forth discurre hacia el mar.
Consejos
Independientemente de la época del año en que lo visitéis, llevad zapatos resistentes para caminar o botas de montaña ya que el terreno puede ser irregular y resbaladizo, especialmente en días más fríos y húmedos, y es útil usar algo con agarre. No olvidar traer capas y ropa para la lluvia, así como agua y algún tentempié. Una vez en lo alto puede hacer mucho viento, y no es muy agradable estar allí si se pone a llover tampoco.
Fuentes
Caledonian Mercury 5 August 1836; Edinburgh Evening Dispatch 16 October 1956; Edinburgh Evening Post, 20 August 1836 + 2 December 2005; Charles Fort, Complete Books (New York: Dover, 1974); Samuel Pyeatt Menefee and Allen Simpson, “The West Port murders and the miniature coffins from Arthur’s Seat,”
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