En Princes Street podemos contemplar el monumento dedicado a un escritor más grande que existe en el mundo. Es lógico pensar que su envergadura está relacionada con la importancia de la figura a la que recuerda y conmemora. Y no es para menos, con sus grandes novelas históricas, Sir Walter Scott contribuyó a forjar la identidad de una nación.

Datos biográficos que marcarán su infancia y su carrera

Sir Walter Scott nació el 15 de agosto de 1771, en un pequeño piso de College Wynd en el casco antiguo de Edimburgo. Scott era el noveno hijo de Anne Rutherford y Walter Scott, un abogado y miembro de la sociedad escocesa privada conocida como Writers of the Signet.

Si bien la casa de Scott cerca de la Universidad era un área popular para que vivieran profesores y profesionales como el padre de Scott, en realidad, el pequeño y abarrotado callejón tenía poca luz natural y ventilación y como casi todas las viviendas de la época carecía de un saneamiento adecuado. Seis de los hijos de Anne y Walter murieron en la infancia, y el joven Walter contrajo la polio cuando tenía tan solo dos años de edad. A pesar del tratamiento temprano, su pierna derecha permaneció coja el resto de su vida.

En 1773, con la esperanza de que el aire libre y la naturaleza mejorarían la salud del niño, este  fue enviado a vivir con sus abuelos en su granja en Sandyknowe, a 30 millas de Edimburgo, en la región escocesa de Borders, justo en la frontera con Inglaterra. Allí, en este lugar literalmente entre dos culturas, conoció el folklore y se fascinó por primera vez con las tradiciones orales del pueblo escocés, que más tarde se convertirían en una obsesión.

Durante su tiempo en Sandyknowe, su tía Jenny alentó las actividades literarias de Scott, recitándole poesía cuando estaba postrado en la cama y enseñándole a leer. Su abuela Bárbara también entretenía al niño con historias de sus antepasados ​​y las batallas entre escoceses e ingleses. Todo esto alimentó la imaginación y su perdurable aprecio por las baladas y por la herencia histórica escocesa.

A su regreso a Edimburgo, Scott asistió a la Royal High School of Edinburgh donde recibió clases del patriota acérrimo James Mitchell, quien le aportó conocimientos de la Iglesia escocesa y el movimiento presbiteriano escocés. En 1783, a la edad de doce años, se inscribió en la Universidad de Edimburgo (algo que parece normal en la época) estudiando derecho. Fue entonces cuando Scott conoció al otro gran poeta escocés, Robert Burns.

En la víspera de Navidad de 1797 se casó con Charlotte Carpentier, una unión feliz que se vio rota solo por la muerte de Charlotte treinta años después, en 1826. Durante esta etapa, casado y con hijos, mantuvo una doble vida: como juez de paz en el condado de Selkirk y como poeta a tiempo parcial.

Convencido de que la mejor manera de documentar y dar a conocer sus hallazgos sobre las tradiciones escocesas era a través de la prosa, se esforzó por elaborar un tipo de novela que se popularizaría con el apelativo de “novela histórica”. En este sentido, uno de sus primeros esfuerzos fue Waverly, trabajo que publicó de forma anónima en 1814. Esta y las novelas posteriores cautivaban al público británico que, en el fondo, sabían que era el autor escocés estaba detrás de todas ellas. No sin controversias, él aprovechó su condición de escocés protestante de las Lowlands y convirtió la cultura de las Highlands amigable al pueblo inglés (y por extensión, al mundo entero), de paso contribuyendo a forjar la identidad nacional escocesa desde una posición unionista.

Después de haber recibido el título de baronet en 1820, Sir Walter Scott estuvo muy involucrado en la organización de la visita del rey Jorge IV a Escocia en 1822 (la primera visita escocesa de un gobernante de la dinastía Hannoveriana), y los tartanes y faldas escocesas ceremoniales que Scott había exhibido en toda la ciudad durante la visita trajeron de nuevo estas prendas a la moda contemporánea consolidándolas como símbolos muy identificables de la cultura escocesa.

 

Su importancia HOY

No se puede negar el impacto de Scott en la literatura escocesa e inglesa.

Autor de novelas tan famosas como Ivanhoe o Rob Roy, a Sir Walter Scott a menudo se le considera el inventor y máximo representante de la novela histórica, que ha inspirado a generaciones de escritores y audiencias. Sus dotes literarias para combinar la narración con la historia demuestran un profundo y autodidacta conocimiento de la historia y la sociedad escocesas. Su aguda observación de sus costumbres y actitudes le permitieron desempeñar el papel de un historiador social en descripciones de circunstancias de toda la sociedad escocesa, desde los mendigos y los rústicos hasta las clases medias, la burguesía y la nobleza terrateniente.

Su obra contribuyó al “renacimiento” de las Tierras Altas, volviendo a poner a Escocia en el mapa, y no es exagerado decir que contribuyó a forjar la identidad de una nación.

Scott ha sido inmortalizado en monumentos tan distantes como Glasgow y Nueva York y todavía aparece en el anverso de los billetes de banco escoceses. Su famosa creación, las novelas de Waverley, también se conmemora en la famosa estación de tren Waverley de Edimburgo.

 

Su sentimiento por Escocia

A través de la ficción de sus novelas, Scott pudo expresar las profundas ambigüedades de su propio sentimiento por Escocia. Por un lado, aplaudió la unión de Escocia con Inglaterra y el progreso comercial y la modernización que prometía traer, pero por el otro lamentó amargamente la pérdida de la independencia de Escocia, y el declive constante de su conciencia y tradiciones nacionales.

Es consciente de que la antigua y heroica tradición de los clanes jacobitas escoceses (partidarios del exiliado rey Estuardo Jacobo II y sus descendientes) no tenía cabida en el mundo moderno. Quizás por ello los verdaderos héroes de sus novelas no son caballeros de armas que luchan, sino abogados, granjeros, comerciantes y gente sencilla que se dedican a sus negocios sin tener en cuenta los reclamos y los lazos emocionales de un pasado heroico.

Dio la bienvenida a la civilización, sí, prudentemente, pero también anhelaba la acción heroica individual. Es esta ambivalencia la que da vigor, tensión y complejidad de punto de vista a sus mejores novelas. Si queréis conocer más a esta figura os recomiendo que visitéis en Edimburgo el museo de los escritores. Es gratuito y merece la pena.