Cada cultura ha tenido al suyo. Prolijos viajeros, aventureros, escritores y cronistas que registraron por escrito todo cuanto sus ojos observaron en épocas en las que una parte de nuestro mundo aún no era lo suficientemente conocido, en tiempos en los que palabras como oriente o África tenían más de misterio que de ubicación geográfica. Podríamos mencionar a muchos de ellos, pero me voy a decantar por cuatro que recurrentemente se cruzan en mi camino, sabedora de que el lector muy probablemente ya haya oído hablar de sus andanzas y, que por el contrario, probablemente eche en falta a otros.
El primero de ellos es el imprescindible tangerino Ibn Batuta, que inició un viaje de peregrinaje a la Meca en 1325 y recorrió el mundo musulmán durante 28 años, escribiendo un diario de viaje (Rihläh), mitad crónica, mitad novela de viajes en el que se recoge fantástica información sobre el Mediterráneo y Oriente en el siglo
XIV: cultura local, costumbres, personajes, paisajes. Entre 1325 y 1354, viajó por medio mundo, desde el norte de África hasta China, recorriendo el sureste europeo, Oriente Medio, el centro y sureste de Asia, Rusia, India, Kurdistán, Madagascar, Zanzíbar, Ceilán o, en el Occidente, los reinos de Aragón y de Granada y el de Mali, que visitaría en viajes posteriores. En total, recorrió más de 120.000 kilómetros, (tres veces más distancia que Marco Polo), y conoció a más de 1.500 personas. Su viaje hasta el río Níger sigue siendo aún hoy una de las principales fuentes de información sobre la mítica ciudad de Tombuctú, y del reino de Malí. Su libro de referencia es “A través del Islam”.
En Tánger, entre las callejuelas de la kashbah podréis encontrar su tumba, una especie de pequeño monolito alrededor del cual la chiquillería de las viviendas colindantes juega. Para mi decepción, ninguno de ellos sabía quién había sido este ilustre vecino.
O el de todos conocido Marco Polo, casi un personaje literario en sí. El comerciante y explorador veneciano junto con su hermano comenzaron una expedición en 1255 que les llevaría a través de los países que conformaban a ruta de la seda. Fueron recibidos y permanecieron bajo la hospitalidad de Kublai Khan durante catorce años. Sus detalladas narraciones constituyen el primer testimonio fidedigno del modo de vida de la corte mogola, así como de la civilización china y las costumbres de sus países vecinos, Siam (Tailandia), Japón, Java, Cochinchina (que corresponde a una parte de Vietnam), Ceilán ( Sri Lanka), Tíbet, India y Birmania. Pero también de Israel, Armenia, Georgia y los países del Golfo Pérsico y el Asia Central. Sus andanzas quedaron recogidas en el “Libro de las Maravillas del mundo”.
En España creo que sin duda podemos hablar de Domingo Badia Leblich, popularmente conocido como Ali Bey el Abbasyera. Este catalán se convirtió al Islam para poder iniciar una peregrinación a La Meca en el s.XIX, siendo testigo durante cinco años del mundo árabe y el primer occidental que besó la piedra negra de la Kahba, símbolo sagrado del Islam.
Bajo la identidad de un rico príncipe sirio viajó entre 1803 y 1808 por el norte de África (Marruecos, Egipto) hasta Arabia (Palestina, Siria) y Turquía a lo largo de diez países. Culto e ilustrado, aventurero, la pasión que sintió por la cultura islámica le llevó a aprender árabe y a estudiar la historia y los usos y costumbres de los musulmanes. Domingo Badía-Alí Bey pudo vivir entre dos mundos, el Occidental y el Oriental, este último inaccesible para los occidentales. Murió en Damasco en torno a 1822 y sobre su muerte hay toda clase de teorías, algunas más fantasiosas que defienden la intervención de una mano oscura para envenenarle, otras más probables como el padecimiento de una mortal disentería.
Nuestro destino está marcado al nacer? “sea testigo de muchas guerras santas, sea un derviche, que no tenga temor a nada, y baile en la arena sin dar una patada a una piedra con el pie”. Estas fueron las bendiciones que Evliya Celebi recibió al nacer y que sin duda, cumplió.
Quizás uno de los grandes viajeros más desconocidos del mundo fue el estambulino Evliya Celebi. Nacido en 1611 e hijo del derviche Mehmet Aga, que en su época fue soldado, imán, y joyero de la corte otomana, pudo acceder a una educación privilegiada.
Este viajero y escritor viajó durante cuarenta años por los territorios del Imperio Otomano a través de los Balcanes, Europa oriental y central, Rusia, Crimea, Georgia, Azerbaiyán, Persia, Armenia, todo el Medio Oriente y Anatolia. También Viajó a Hungría y a Austria. Puede decirse que fue el primer “reportero” que viajó con el ejército otomano describiendo algunas batallas importantes en sus crónicas militares. Su legado literario es “El Libro de Viajes”, o Seyahatname, que comprende 10 volúmenes y miles de páginas en las que se encuentran presentes unos 30 dialectos turcos y lenguajes catalogados, por lo que aún no existe una traducción completa y definitiva de toda la obra. Según el testimonio de su biógrafo, Robert Dankoff, “es tal vez el relato de viaje más extenso y completo de la literatura islámica en la esfera literaria mundial”. Sin embargo es a la vez menos y más que esto, para Evliya, viajar no era una diversión, sino más bien una obsesión. Tenía que ver todo, y registrar todo lo que veía. Pero a su vez el Seyahatname, está plagado de fantasía y de sueños, un “cuaderno de viaje novelado”, con “itinerarios inventados”.
Evliya comenzó sus viajes en el libro I en su propia ciudad, a la que cariñosamente llama Islambol («Islam-abundancia»), este primer volumen es un inventario completo de las mezquitas, los barrios y la historia de la ciudad, a partir de su fundación, hasta la toma por Mehmet el Conquistador en 1453 (el bisabuelo de Evliya era portador de la bandera del sultán). Como él escribió, a finales de su vida pudo «ser testigo de 22 batallas, pasar a través de los territorios de los 18 monarcas y escuchar 147 lenguas habladas«.
El libro II está dedicado a Anatolia, el Caucaso, Creta y Azerbaiyán.
Los Libros del III al VIII del Seyahatname son un revoltijo cronológico y geográfico, pues pasa a toda prisa de una punta a otra del Imperio Otomano para atender la llamada del deber, cada vez que le hacían un nuevo encargo. Este a menudo viajaba acompañado por pachás y embajadores haciendo funciones de secretario y levantando actas.
Inició el Libro IX en 1671 mientras realiza el peregrinaje a La Meca. Regresó a El Cairo donde permaneció hasta su muerte, una vez hubo visitado Alejandría, Sudán y Etiopía según describe en su Libro X.
En 2011 la Unesco declaró el año Evliya Celebi conmemorando así el 400 aniversario del nacimiento del viajero y escritor.
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4 Comments
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Siempre me ha parecido muy interesante descubrir nuevos lugares y conocer distintas culturas, pero es realmente envidiable el tesón y el valor que tuvieron estos viajeros con los medios de que disponían antaño.
Sí, ahora viajar es fácil pero entonces los medios y los peligros que enfrentarían serían mayúsculos. Por ello tienen aún más mérito. Ver el mundo de aquellos tiempos a través de sus crónicas es un regalo.
Saludos
Muy interesante.
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