La capital del Danubio suele ser a menudo visitada dentro de circuitos que incluyen Praga, Budapest y Viena, las “capitales imperiales austrohúngaras”.

Viena es considerada como la capital europea de la cultura, la música y del psicoanálisis. Lo primero es bastante obvio ya que genios de la talla de Beethoven, Mozart o Johan Strauss vivieron y desarrollaron parte de su obra en la ciudad. Pero Viena es, también, el hogar de Sigmund Freud, padre del psicoanálisis. Y además la capital de los Habsburgo, la dinastía que lideró y gobernó Austria durante más de seiscientos años, (entre 1282 y 1918), y una de las más poderosas de Europa. Los Habsburgo una gran influencia por tanto, en la historia y la cultura de Viena, y no solo durante su reinado porque puede decirse que esta aún hoy perdura.
Aunque mi estancia fue corta, y reconozco que quizás insuficiente tengo que decir que, a mí, personalmente no es de las tres capitales austrohúngaras antes mencionadas la que más me ha gustado.

Os propongo un recorrido básico que podéis hacer a pie y que podréis ampliar con otras recomendaciones o planes. Por ejemplo, algo que no suelo hacer pero que sí hice en este caso, fue tomar un bus turístico para hacer una panorámica de la ciudad. Una alternativa práctica.

Innere Stadt

El lugar por el que hay que moverse sí o sí, especialmente si tenéis poco tiempo es el casco antiguo, Innere Stadt.   Es una zona peatonal que concentra tiendas refinadas, monumentos y puntos de interés. Yo me alojé a un costado de la catedral, un edificio realmente original con su tejado inclinado de tejas de colores, así que empezaré por aquí.

Fundada en el s. XII la catedral de San Esteban es uno de los símbolos de Viena. Un edificio que llama mucho la atención porque estéticamente no tiene nada en común ni con el entramado de calles que la rodean, ni con el estilo neoclásico de los edificios sólidos y nobles del centro de la ciudad. Es un edificio muy grande, el mayor templo gótico de Austria, con sus 4 torres y su tejado formando un impresionante mosaico de colores en zigzag. También tiene 4 pórticos de entrada al templo: portal de los cantores, el de las torres (de la campanilla y del águila), el del obispo y el de los gigantes.

Su construcción se inició en 1137 sobre las ruinas de una iglesia románica dedicada a San Esteban. Por aquel entonces aún se encontraba fuera de la muralla más antigua de Viena.

Resumidamente esta segunda iglesia románica se comenzó a construir en el 1200, y aún son visibles partes de ella en la zona oeste de la catedral, así como en la parte baja de las torres paganas occidentales y el portal principal de la catedral. En 1304 se inician los trabajos de construcción del coro, en este caso de estilo gótico.

Allá por 1433 se terminaron las obras de la torre, la más alta de toda Europa en esos momentos con sus 136 metros de altura. En 1450 se comenzó a construir la Torre Norte, que se tendría que paralizar por la fuerte amenaza turca y la necesidad de destinar los fondos a reforzar otras partes de la ciudad. En 1469 Viena se convirtió en sede episcopal.

La torre inacabada se cubrió con una cúpula que hoy hospeda a la gran campana de la catedral, la Plummerin, de más de 20 toneladas. La campana inicial era de 1711 pero no es la que actualmente vemos. Después de venirse abajo por un incendio que afectó muy notablemente los techos, el coro, y el órgano en la catedral en 1945 y de volver a ser forjada de nuevo, la Plummerin ocupó su lugar en 1957. Solo podemos imaginar la dificultad de subir semejante artefacto de más de 20.000 kilos a esa altura.

Los elementos devorados por el fuego serían de nuevo repuestos en las décadas finales del s. XX.

En el interior de la catedral se observan distintos estilos arquitectónicos provenientes de diferentes épocas; la nave central, capillas laterales y el coro proceden de una de las reconstrucciones realizada en estilo gótico, y algunos de los edificios laterales fueron reconstruidos en estilo barroco.

La catedral ha tenido una vida azarosa pero apasionante que os contarán si decidís hacer una visita guiada de la misma o si os alquiláis un audio guía. La entrada a la catedral es gratuita, pero hay partes que sí son de pago como las catacumbas o la visita a la torre norte o sur. Tanto si la hacéis como si no, al menos acceder a la parte de libre visita, merece la pena.

Si tomáis la Kärntner Strasse esta os llevará hasta la conocidísima Ópera de Viena en la avenida del Ringstrasse con la calle Opernring 2. Un edificio que desde 1869 alberga a una de las grandes compañías de ópera del mundo.

Este sitio es muy apreciado por todos los visitantes, muy especialmente los amantes de la música y las artes escénicas. Pero la historia de su construcción terminó con la vida a los arquitectos que la crearon, al primero de ellos porque el edificio de diseño neo renacentista no colmó las expectativas de los vieneses quienes lo criticaron sin piedad. Eduard van der Nüll se quitó la vida, desolado ante la idea de que su obra no hubiera triunfado. August Sicard von Sicardsburg, que continuó con el proyecto, tampoco puedo aguantar la presión y murió de un infarto.

La visita a la Ópera de Viena se realiza necesariamente formando parte de las visitas guiadas organizadas en grupos de diferentes idiomas, y no son caras, pero hay otra opción que quizás os guste más, lo comento más abajo. Y combina la experiencia de ver un concierto al tiempo que podréis ver el edificio por dentro.

Si queréis tener la experiencia de ver un concierto en ella, sabed que es posible. Aunque las mejores butacas suelen costar más de 150 €, se pueden comprar entradas para verla de pie por 3 € y 4 €. Estas no se pueden comprar anticipadamente, lo que implica hacer cola antes del espectáculo para acceder a ellas, pero, ¿Qué son dos horas de cola frente a la posibilidad de vivir por dentro el ambiente y las luces de la ópera de Viena?

Otro de los puntos más concurridos y visitados de la ciudad es el Palacio Hofburg, hogar de los Habsburgo durante más de seis siglos. Y recomendado a los interesados en la vida de la emperatriz Sissi, ya que se pueden visitar sus aposentos reales. En ellos se exhiben muchos de sus objetos personales, vestidos, retratos y te cuentan cómo era su día a día y su, en realidad bastante triste historia.

También se pueden visitar los apartamentos imperiales donde vivían los emperadores. Si optáis simplemente por caminar por esta zona, el Palacio de Hofburg se puede rodear y atravesar libremente. El exterior está muy ornamentado y llaman poderosamente la atención las fuentes, con unos  conjuntos escultóricos de gran fuerza.

Además dentro del palacio se encuentran las caballerizas de la famosa Escuela española de equitación, considerada la escuela ecuestre de doma clásica de mayor abolengo del mundo. Sus caballos lippizanos son la raza de caballo más antigua de Europa, que descienden de los caballos de pura raza española, de ahí el nombre de la escuela. Estoy más que segura de que este espectáculo es una de las actividades más singulares que podemos disfrutar en Viena, pero mis horarios no me permitieron comprobarlo.

Cafés Vieneses

Desde 2011 los cafés vieneses son patrimonio inmaterial de la humanidad “por su aportación a la construcción de la identidad cultural de Viena”. Eso quiere decir que hay un buen puñado de ellos donde experimentar el ambiente de un café vienés, aunque creo que yo no tuve, en eso de «experimentar el ambiente» mucha suerte.

Estuve en el Café Central porque es un clásico, y el Café Sacher, (por detrás de la ópera) por probar la tarta de chocolate del mismo nombre. La verdad es que no creo que lo del patrimonio inmaterial se refiera exactamente a lo que viví en estos dos locales. El Café Central es un lugar con 150 años de historia, anclado en el tiempo, refinado, y, desde luego, a pesar de sus elevados precios, muy turístico. Madera, mesas de mármol, tapicerías de terciopelo, arañas de cristal, vitrinas y carritos de deliciosos pasteles… hasta un señor tocando el piano para la concurrencia. Pero a pesar de su fama, no creo que sea necesariamente el mejor. Es un escenario para la atracción turística que principalmente es.

También os sonará el Café Sacher, famoso por ser (eso dicen) los creadores de la famosa tarta Sacher. Otro sitio que bajo mi humildísima opinión está muy sobrevalorado.  Solo deciros que, si no tenéis una reserva, os preparéis para hacer cola, y que los camareros de librea (no demasiado amables) os estarán controlando para que comáis la tarta y dejéis rápido vuestra mesa para sentar a otro cliente. Un café vienes y un trozo de tarta que no me pareció que mereciese tanta historia rondan los 20 euros.

Museo Belvedere

Por último, y la visita que daba todo el sentido a mi estancia en Viena es la visita al Museo Belvedere, donde esperaba poder ver las obras expuestas de Klimt.

El palacio-museo consta de dos palacios (Belvedere Superior e Inferior), que hoy albergan el arte austriaco más significativo desde la Edad Media hasta nuestros días. En el Superior se encuentra la exposición de Klimt, representante del modernismo vienés del 1900. Con un total de 24 obras, el Belvedere posee la colección de pinturas de Klimt más grande e importante del mundo. Y esto sí que no me lo quería perder. Si sois amantes de la obra del pintor austriaco, aunque tengáis poco tiempo, no dejéis de ir.

Los dos palacios están conectados por un jardín de estilo barroco que era la residencia veraniega del príncipe Eugenio de Saboya, quien lo mandó construir en una zona que en aquellos tiempos se hallaba en medio de los viñedos y fuera de las murallas de la ciudad imperial. Es muy bonito. Y me traje unas láminas preciosas de su tienda del museo.

Por último, nos recomendaron cenar en una cervecería ( bier garten) del Prater ( especie de parque de atracciones y ocio) especializada en el codillo asado y la cerveza y así lo hicimos. Está un poco alejado del centro de la ciudad, y creo que es un lugar más para el verano que para el invierno, pero incluso sin nada de ambiente, creo que mereció la pena.