Dicen de Edimburgo que es una de las ciudades más embrujadas del mundo.
De lo que pronto se empieza a dar cuenta hasta el más inocente de los viajeros es de que bajo tanta belleza subyace un pasado histórico oscuro y novelesco. Un halo de misterio que impregna a la ciudad de un atractivo difícil de resistir, sobre todo para todos aquellos que disfrutamos como niños escuchando una buena historia o una leyenda.

La atmósfera casi petrificada de muchos de los pasajes y recovecos de la Old Town de Edimburgo, y las historias mismas que muchos de estos lugares atesoran, nos demuestra que las cosas no son lo que parecen a simple vista en esta ciudad verde, hospitalaria, romántica y tranquila.

Inicialmente comenzamos a identificar a la ciudad con numerosas personalidades del mundo de la ciencia o la cultura: Walter Scott, Bram Stoker, Robert Louis Stevenson, Sir Arthur Conan Doyle, Graham Bell o David Hume entre muchos otros. Pero pronto también pensamos en sus personajes (reales o ficticios) y en su paisanaje. Sí, Edimburgo también es la ciudad de Jekyll y Hyde, de Burke y Hare, de Bloody Mc Kenzie, del diácono Brodie, o del caníbal James Dougles. Y no vive a espaldas de su tenebroso pasado construido a partir de mitos, leyendas y tradiciones, todo lo contrario, hay todo un elenco de historias (entre las que no falta la brujería, el saqueo de tumbas, los asesinatos, y hasta el canibalismo) narrada a quien las quiera escuchar en sus incontables tours turísticos.

Hoy vamos a dedicar un post al que dicen es uno de los lugares más embrujados de la ciudad: El cementerio de Greyfriars.

 

El cementerio de Greyfriars

Para muchos solo mencionar este lugar ya hará que se le erice el vello. Está ubicado en el extremo sur del casco antiguo de Edimburgo, cerca del 26A de Candlemakers Row y la escuela de George Heriot.

Sir Walter Scott describía este cementerio como “el Westminster Abbey de Escocia” por su significado y las ilustres personalidades enterradas aquí. Por cierto, su iglesia, junto al cementerio, es la única iglesia de Edimburgo que ofrece servicios en gaélico.

Este cementerio histórico se estableció como área de enterramiento durante el reinado de María, Reina de Escocia en 1562, después de que el cementerio original de la ciudad en St Giles excediese su capacidad. Es, el cementerio más antiguo de la ciudad y cuenta con más de 716 lápidas y casi 100.000 personas enterradas desde entonces.

A este cementerio se le atribuye el tener poltergeists activos, y por supuesto, ser el escenario de truculentos sucesos de robo de cadáveres. Creo que independientemente de si crees en lo sobrenatural como si no, una visita a Edimburgo no está completa sin visitar este emblemático e histórico lugar.

Curiosidades de Greyfriars

Ubicados en el borde del camino, en el lado izquierdo veréis dos mortsafes. Estos eran una especie de armazón, unos barrotes de hierro que colocados sobre las tumbas en el momento del entierro intentaban disuadir a los ladrones de cuerpos. Recordad la espeluznante historia de Burke y Hare aquí. Parecen exactamente jaulas de hierro. Uno lleva la fecha de 1829, el mismo año en que los infames asesinos Burke y Hare fueron finalmente sentenciados por sus crímenes.

Si esto os puede parecer increíble, todavía hay más. A la izquierda de la entrada principal, a lo largo del muro delimitador del cementerio se puede encontrar lo que se consideraba lo último en prevención de robos de cadáveres. Contemplareis algunos mausoleos enjaulados de los ciudadanos más ricos de Edimburgo, incluido el del cirujano William Inglis, (quien sin duda sabía bien del riesgo de dar con sus propios huesos o los de un familiar sobre una mesa de disección).

Lamentablemente, la mayoría de este tipo de mausoleos están dañados de una forma u otra, pero si miráis hacia arriba, aún podréis ver el techo de listones de hierro que habría adornado todos los recintos a lo largo de esta pared.

Si seguimos hablando de tumbas, no podemos dejar de hablar del Mausoleo Negro, pues si hay una tumba que alimenta especialmente las historias de polstergeist en este tranquilo lugar, es este. Con su techo abovedado y llamativas puertas dobles, este edificio neoclásico es el lugar de descanso ¿¿?? ‘final’ de Sir George Mackenzie (1638-1691) o ‘Bloody Mackenzie’, que pasó a la posteridad por su celosa persecución de los Covenanters durante el reinado de Carlos II.

Al convertirse en Lord Advocate en 1677, Mackenzie se convirtió en el perseguidor más tenaz de los Covenanters durante lo que se conoce como «The Killing Times». Fue el responsable de la tortura de 1000 escoceses cuyo único crimen fue apoyar el Pacto Nacional y defender la religión establecida en Escocia. Los supervivientes, apenas 250, prometieron lealtad a la Corona, fueron sentenciados a deportación y finalmente vendidos como esclavos. En su camino a las Islas Orkney, su barco naufragó y 209 de los hombres a bordo perdieron la vida.

La prisión estaba, en ese momento, junto al cementerio y ahora se encuentra en el propio cementerio. Se encuentra algo escondida en el extremo izquierdo del patio principal y está cerrada al público desde 1990. Ahora solo se puede acceder al sitio en un tour guiado. Lo más probable es que no entréis, pero tengo que decir que es un lugar sórdido, muy triste. El fantasma de ‘Bloody MacKenzie’ parece tener poca paz y es quizás el poltergeist más más activo de Escocia. Más de quinientas denuncias desde finales de 1990, cuando un indigente borracho profanó, sin saberlo su mausoleo. Y, qué es lo que se denuncia se preguntarán? Cómo se manifiesta su presencia? Puede ser un efecto colectivo de sugestión, pero lo cierto es que abundan las historias de visitantes que relatan que fueron pellizcados, quemados o magullados durante su visita. Si eres lo suficientemente valiente, puedes acercarte y comprobar si Mackenzie está tranquilo o no.

Otra cosa que podréis ver en el cementerio es un tramo original de las murallas que formaban parte de las defensas de la ciudad del siglo XVI.

Por otro lado, muchas de las lápidas y panteones esculpidos muestran una calidad excepcional en cuanto a sus materiales y ejecución, y representan el trabajo de albañiles y arquitectos destacados. Como sobrevive tan poca escultura del siglo XVII, la colección de Greyfriars es de gran importancia.

Por último, no me quiero olvidar de Greyfriars Bobby, conocido en todo el mundo por ser el perro que obedientemente se sentó junto a la tumba de su amo, John Gray, durante 14 años hasta que él mismo murió en 1872. Este pequeño Skye Terrier incluso tiene su propia estatua en el cruce de Candlemakers Row y George IV Bridge.

Al margen de los posibles (o no) sucesos paranormales que se puedan producir en este lugar, he de decir que es un paseo agradable, que el entorno es muy bonito y evocador y que las vistas de la Old Town también merecen la pena.