En todos nuestros pueblos y ciudades existe algún lugar emblemático que puede decirse forma parte de la historia colectiva de sus habitantes, lugares que se han ido transformando al compás de los tiempos y siguiendo el ritmo y los acontecimientos de la ciudad, pero sin perder nunca su carácter. Uno de esos lugares en Málaga es la bodega El Pimpi, un pedazo de la historia contemporánea de la ciudad.
El Pimpi es uno de esos sitios con un algo especial que atrapan en el acto al visitante, lo he observado a menudo, cuando he llevado a algún amigo, o a algún cliente de la empresa, nadie que ponga sus pies aquí se libra de su influjo. Este lugar fresco y acogedor, con su patio, fuente, salas de distinto ambiente y a distintos niveles es como una gran casa abierta a todos, donde poder descansar, charlar y, por supuesto degustar los vinos y la deliciosa gastronomía malagueña.
Su decoración particular con barricas de vino autografiadas por personajes ilustres, carteles de época de la Feria de Málaga, fotografías, macetas colgadas de las paredes, etc lo convierten en un lugar de encuentro y solaz para los malagueños, y, cada vez, más para los visitantes de fuera de la ciudad. Sobre todo desde que ampliaron sus instalaciones con la encantadora terraza que da a la Alcazaba y el nuevo edificio casi anexo del Pimpi Marinero.
Hay quien opina que ya es demasiado turístico, yo opino que siempre ha sido un lugar que ha traspasado las fronteras de la capital. Con el auge de las nuevas tecnologías y el enorme incremento del turismo en la ciudad, es lógico que muchos de sus clientes sean gente de paso, gente que aunque sea sólo por unas horas, o lo que dura una cerveza y un plato de fritura o de marisquito lo disfruten. Pero eso no le resta encanto, al contrario, ha permitido crear varias versiones distintas de este particular espacio.
El interior se ha mantenido con muy pocos cambios en sus 44 años de historia. Recuerdo muchos viernes por la tarde durante la carrera en que cambiábamos las clases por una tarde de amigos compartiendo una botella de vino dulce de Málaga, y, aquella sala, la que sale a la nueva terraza sigue exactamente igual.
¿Cómo lo encontrareis? Bueno, eso es realmente sencillo porque no hay nadie en Málaga que no lo conozca, pero sino…lo más seguro es que será él el que os encuentre a vosotros pues se accede desde una de las calles más transitadas del centro, la Calle Granada, o bien desde la calle Alcazabilla, pues el Pimpi da a dos calles. Hoy por hoy, con la casi total peatonalización del centro histórico, el tirón de los nuevos museos y la regeneración de toda la zona, es un punto neurálgico de la ciudad por el que es imposible no pasar.
En Semana Santa, en Feria o en las Cruces de Mayo, veréis que el Pimpi se “viste” para la ocasión. Multitud de personalidades y gentes del mundo de la cultura son asiduas del Pimpi, y muchos de ellos han dejado su firma personal y sus pensamientos en alguno de los toneles que hoy decoran el local.
Como curiosidad para aquellos que se pregunten por el significado de “Pimpi”, sepan que así se conocía a los jóvenes buscavidas que ayudaban a descargar los barcos y que acompañaban a los turistas desde el puerto a conocer la ciudad. Así que, puede decirse que se trataba de una suerte de guías no oficiales, tan oriundos de la ciudad como el “Biznaguero” o el “Cenachero”.
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2 Comments
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Qué buenos recuerdos de El Pimpi! Es realmente un lugar imprescindible de Málaga, que por fin parece que ocupa el lugar que le corresponde como capital de la Costa del Sol y que cada cada vez luce más cuidada y más bonita.