Cada año en el puente de todos los santos solemos buscar un lugar desde el que salir al encuentro del otoño. Un otoño muy tardío este año, que ya debería de ser visible y perceptible en todo nuestro país. Por la cercanía y porque hemos oído mucho y muy bueno de esta zona, hemos escogido para ello la sierra de Grazalema. Pueblos blancos, paisajes maravillosos y naturaleza a raudales. Sin olvidar el bosque de pinsapos más grande de toda Europa.

Nuestras razones para visitar Grazalema

Razones hay muchas para elegir esta zona de Andalucía limítrofe entre las provincias de Málaga y Cádiz. Para nosotros: respirar aire puro, cambiar nuestra rutina, pasar tiempo en familia, pasear, disfrutar de una buena comida en alguno de sus restaurantes y claro, recargar las pilas (que aún quedan algunas semanas para las vacaciones navideñas y el cuerpo ya no se acuerda de las vacaciones estivales).

Pero además de las razones personales, están las razones objetivas, de gran peso.

Grazalema está enclavada en el Parque Natural Sierra de Grazalema. Este fue el primer parque Natural de Andalucía y la primera Reserva de la Biosfera en España junto con Ordesa-Viñamala, en el año 1976. Una localidad que junto a otras catorce más, comparten más de 53.000 hectáreas protegidas entre el este de la provincia gaditana y el sur de la provincia malagueña y que es excepcional tanto en su biodiversidad como en su cultura.

Volviendo a Grazalema, este está reconocido como uno de los pueblos más bonitos de la ruta de los pueblos blancos de Cádiz, ruta que vamos explorando poco a poco porque Cádiz nos enamora. Pero, además, Grazalema también es ”uno de los pueblos más bonitos de España”. No porque lo diga yo, o cualquier orgulloso grazalemeño, que no sería nada extraño, sino porque pertenece a ese selecto grupo de pueblos que tiene el privilegio de lucir la catalogación como ‘Más Bonito de España’, y de la que sólo pueden presumir a fecha de hoy, 105 localidades españolas.

 

El pueblo

Hemos recorrido sin prisas las empinadas calles de Grazalema y de la vecina Zahara de la Sierra. Nos han encantado.

Grazalema mantiene la arquitectura de sus orígenes, tanto en las casas bajas como en sus iglesias y plazas, que conservan una singularidad histórica.

El casco antiguo, declarado Conjunto Histórico, es un magnífico ejemplo de la típica arquitectura popular andaluza en estado puro, con estrechas calles de las que te obligan a pegarte a la pared cada vez que pasa un coche, y que al mismo tiempo te resguardan del ardiente sol del verano. Observamos una coherencia arquitectónica que no hemos viso en otros pueblos de la ruta. El mismo tipo de tejado, la misma forja. Qué maravilla esas terrazas-balcones, algunas de ellas a pie de calle, con sus barrotes de forja y cuajadas de macetas, claveles, geranios, todo tipo de suculentas bien cuidadas y hermosas. Se ve una dedicación excepcional por parte de los vecinos a los detalles, las fachadas relucientes, los zaguanes de las casas, entrevistos a media luz, llenos de aspidistras que disfrutan de la sombra y la conversación de las vecinas…

El Conjunto histórico abarca solo el área de la villa hasta principios del siglo XX, y es en torno a la plaza de España, base del primitivo asentamiento árabe, donde se localizan los principales edificios de la población.

Algunas calles se ven particularmente nobles, con casonas más regias y grandes pórticos rematados por frontones partidos, ventanas enrejadas, madera. En su mayoría son del S.XVIII y hay otras posteriores, del S.XIX, construidas por los fabricantes de paños, fuente de riqueza de estas tierras, con blasones relacionados con su pertenencia a alguna de las hermandades grazalemeñas. A pesar de que estas fechas había bastante gente, es, en su mayoría gente que no pernocta allí, o gente que, como nosotros, eligen Grazalema como base para visitar otros puntos de la zona, por lo que no llegamos a sentir masificación en ningún momento.

 

 

Excursiones

Una de las rutas más sencillas y de la que podréis disfrutar incluso con niños, es la que rodea al pueblo y os lleva a la ermita del Calvario y el mirador del Santo.

No puedo dejar de recomendárosla. Solo tenéis que coger la carretera que sale de Grazalema en dirección a El Bosque, el camino es visible desde el arcén de la carretera.

El recorrido no es especialmente exigente, son apenas unos 500 metros de subida continua por un camino empedrado lleno de cipreses, acebuches y pinos por el que en tiempos pasados tenía lugar la representación del Via Crucis. Por ello, a lo largo del recorrido descubrirás los restos de los pedestales y plintos en los que se depositaba la cruz y tenían lugar las distintas estaciones de penitencia.

La ermita está en ruinas y casi colonizada por las enredaderas que trepan por sus paredes de piedra. Es muy sencilla, una nave central para el culto y una pequeña sacristía al fondo. Está abandonada desde que ardiese durante la guerra civil, pero una especie de hornacinas en una de las paredes llenas de exvotos y de cruces, nos muestran que aún es visitada, bien por los vecinos o por los foráneos. Nos costó irnos de allí, un lugar con mucho encanto y con unas bonitas vistas. Desde aquí continuamos subiendo otros tantos metros hasta llegar al punto desde donde mejor se ve Grazalema: el mirador del Santo. Sin lugar la vista más completa del pueblo y su entorno cercano.

Otra excursión, esta de medio día, es la del sendero Llanos del Rabel, una ruta imprescindible para recorrer con niños. Su trazado es bastante llano y firme, por lo que es una alternativa apta para todos los públicos. Parte desde el Puerto de los Acebuches y penetra en el área de reserva del parque natural por lo que es necesario solicitar un permiso especial a la Consejería.

Recorrerás un camino de tierra, densamente poblados de vegetación mediterránea. Bosques de quejigales y de pinsapos.  Verás, también, la Sierra de Aralar y la reconocida silueta de El Torreón.

Esta es una ruta lineal de unos 6,15 kilómetros aproximadamente. Es de dificultad baja, sin embargo, al ser lineal significa que has de regresar por lo que el recorrido son unos 13 kms.

Nosotros, además, continuamos justo al llegar a los Llanos del rabel por una ruta circular de 2 kilómetros para poder ver de cerca el pinsapar. Esta ruta ya no es llana y no la recomiendo para niños muy pequeños. En los llanos hay unos árboles de gran copa y es el lugar ideal para hacer una pausa y repostar. Y tras esto, volvimos al coche por el mismo camino que vinimos.

​Tuvimos la suerte de ver águilas, halcones y buitres leonados volando circularmente a lo largo de todo el camino. Sólo una pequeña parte de la fauna que habita la reserva natural. Al regreso, dos cabras montesas se cruzaron en la carretera con gran parsimonia para continuar su camino por la pared de roca. Suena bien, ¿verdad?

 

 


 

Ana Morales

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