Entre los siglos XVI y XVII una histeria colectiva se apoderó del norte de Europa. Se debió, en gran parte, a la difusión del libro escrito por el clérigo católico Heinrich Kramer llamado The Malleus Maleficarum – El martillo brujo. Publicado en Alemania en 1486, este era un compendio de literatura en demonología del siglo XV. Los principales teólogos de la Inquisición de la Facultad de Colonia, consideraron el libro inconsistente con las doctrinas católicas de demonología y lo condenaron por recomendar procedimientos ilegales y poco éticos, sin embargo, se convirtió en el libro de cabecera de los cazadores de brujas.

 

Periodo oscuro de la historia

Se estima que entre 40.000 y 60.000 personas fueron ejecutadas por la acusación de brujería en Europa. En Escocia, con tan solo un millón de habitantes, la proporción de personas ejecutadas por estas prácticas fue cinco veces superior que en el resto de Europa.

La Ley de brujería escocesa fue aprobada en 1563, tres años después de la conversión de Escocia al protestantismo, en pleno fanatismo religioso. Según la Ley de Brujería de Escocia de 1563, tanto la práctica de la brujería como la consulta con brujas eran delitos capitales. No era la primera ley al respecto ya que fue Enrique VIII en 1542 el primero en definir la brujería como un delito grave, un delito punible con la muerte y con consecuencias como la confiscación de bienes muebles e inmuebles.

En un principio las brujas en Escocia no eran percibidas como algo a lo que temer. Eran lo más parecido a un médico, una persona cercana a la que se acudía para obtener remedios a base de hierbas que aliviaban las dolencias cotidianas, hacían curas, ayudaban en los partos o, en algunos casos, hacían amuletos para marineros supersticiosos.

 

Papel de Jacobo VI en la caza de brujas escocesa

Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra se casó por poderes con la princesa Ana de Dinamarca, que intentó hasta en tres ocasiones viajar por mar a Escocia para reunirse con él. El clima ingobernable del mar del norte la obligaba a regresar a Dinamarca. Grandes tormentas se desataban cuando ella y su séquito zarpaban. En 1590, no queriendo perder a su futura reina, el rey Jacobo VI se dirigió él mismo a Copenhague para hacer el viaje de regreso a Escocia juntos. En el camino, su barco también se encontró con fuertes tormentas. Cuando finalmente llegó al castillo de Kronborg le bastó poco tiempo para contagiarse de la histeria de la brujería que abundaba en todo el país.

El rey, gran devoto, se dejó influenciar por los paisanos de su mujer, que le indujeron a creer que las brujas estaban maldiciendo su matrimonio. Durante su estancia en el castillo, dos mujeres fueron detenidas por brujería. Tras ser sometidas a tortura confesaron ser responsables de conjurar las tormentas con las que se encontraron los barcos. Afirmaron que Satanás les dijo que lo hicieran para asesinar a Ana.

Desde este momento, el rey Jacobo VI vivía aterrorizado con la idea de sufrir una muerte violenta. Estaba convencido de que estaba siendo víctima de conjuros y hechicería. Al regresar a Escocia la paranoia por la brujería del rey creció y autorizó la persecución y tortura de todas las brujas sospechosas como parte de los juicios de brujas escoceses, también conocidos como la Gran Cacería de Brujas Escocesa.

Realmente creía que entre la sociedad escocesa vivían brujas y que lo que se estaba haciendo era por el bien de la sociedad. Él fue el máximo promotor de la cacería de brujas de 1591 que terminó con el tristemente famoso proceso de las brujas de North Berwick en el que las condenadas fueron quemadas en hogueras en la cima de Calton Hill. Fue solo el primero de los 5 grandes procesos que se llevaron a cabo.

Desde la aprobación de esta ley hasta su derogación en 1735, más de 4000 personas fueron acusadas de brujería y 2500 de ellas fueron ejecutadas por esta acusación. En total 2.148 mujeres, más del 80 % del total de acuerdo con un estudio de la universidad de Edimburgo, fueron ajusticiadas por brujería en el reinado de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia (1567-1625).

 

La Inquisición escocesa

La “inquisición escocesa” era implacable. La brujería ya era un delito capital en Escocia desde que se aprobó la Ley de Brujería en 1563. Esto significaba que los escoceses podían cazar, torturar y ejecutar legalmente a personas como brujas.

Los acusados de ser brujas escocesas eran generalmente curanderas, herbolarias, parteras y ancianas pobres. En su mayor parte eran mujeres, pues se sostenía que las mujeres eran más débiles mentalmente y por ello más manipulables por el diablo y sus malas artes. La gente creía que las brujas de Escocia eran responsables de hundir barcos, asesinar a personas inocentes y de traer mala suerte, hambruna y enfermedades al país. Eran una plaga a exterminar.

Hay que intentar comprender el contexto histórico de la época para intentar entender lo que pasó. Para el ciudadano común, todo lo que era desconocido era temido. Todo lo que no podía ser explicado, como la enfermedad o la muerte, eran achacado a la intervención de fuerzas oscuras. La muerte y la enfermedad estaban tan presentes que los ciudadanos, en su mayoría iletrados, vivían atemorizados. Habitaban una realidad dominada por la superstición en la que demonios, brujas y ángeles co-habitaban con los humanos.

Por esta razón, poco era necesario para acusar a una persona de practicar la brujería. A veces bastaba con la acusación anónima de un vecino o familiar rencoroso, vengativo o envidioso. Disputas de lindes y de herencias podían acabar con acusaciones de brujería.

Otras veces simplemente causas tan peregrinas como determinados rasgos físicos;  tener el pelo rojo, o alguna marca del diablo. Se pensaba que la marca del diablo era una marca emitida por el diablo para vincular su trato de servidumbre a Satanás. Si se descubría a alguien con la marca, se consideraba una señal segura de que era una bruja. Se dieron muchas descripciones de la supuesta marca del diablo. Podía ser algo tan simple como un lunar o una lesión en la piel. Los tatuajes también se asociaban con religiones paganas y se consideraban marcas del diablo.

Las desgraciadas con la marca del diablo eran sometidas a una serie de pruebas por el tribunal acreditado para desenmascarar a las brujas.

Hay que resaltar que a las acusadas no se le permitía testificar ni tenían oportunidad de defenderse. El acusador exponía los hechos y sus testigos “y al final del juicio se les condenaba, basándose en pruebas inventadas o disparatadas».

 

Geillis Duncan, juicios de brujería de North Berwick (1590-1592)

Tras el regreso de Jacobo VI a Escocia, David Seaton (alguacil de una ciudad cercana a Edimburgo) comenzó a sospechar que su criada, la joven Geillis Duncan era bruja.

Gracias a la famosa serie de televisión Outlander, Geillis Duncan es una de las brujas más conocidas de Escocia. Poco sabe la gente que el personaje de los libros y de la popular serie se basa en una bruja real.

Seaton la acusó de escabullirse por la noche para “bailar con el diablo” o “tener relaciones sexuales con él”, y de obtener poderes curativos mágicos. Esto fue suficiente prueba de brujería para él y procedió a torturarla brutalmente para obtener una confesión. Después de la tortura, Seaton encontró una «marca del diablo» en la piel de Geillis, quien finalmente se vino abajo, confesó brujería, implicó a varios otros y pasó un año en la prisión de The Old Tolbooth antes de ser ejecutada. El largo y complejo proceso implicó a setenta personas, incluidos miembros de la nobleza y de las casas reales de Escocia y Dinamarca. Fue la primera caza de brujas multitudinaria del país.

 

Las torturas

Como la tortura para obtener confesiones era legal en Escocia, la tortura que sufrieron los acusados fue bárbara.

Algunos métodos incluían encadenar a las brujas acusadas a las paredes de las celdas y negarles el sueño durante días. Esta privación del sueño haría que la víctima alucinara hasta que se pusiera histérica. Privadas de sueño, delataban a amigos y conocidos, que eran también acusados, interrogados y torturados hasta conseguir más nombres, y así consecutivamente.

También se usaba la “brida del regaño”, esencialmente un bozal para mantener la lengua en su lugar y evitar que la bruja acusada pudiera hablar o defenderse. Otros métodos de tortura incluían quitarles las uñas y perforarles las mejillas y la lengua con tenedores de hierro de cuatro puntas.

Una de las pruebas más comunes a las que se sometía a las brujas en Escocia se conocía como “pinchazo de bruja”. Esto implicaba pinchar la piel de las supuestas brujas con un punzón. Si el área no dolía ni sangraba cuando se perforaba, se consideraba una señal de la marca del diablo, prueba absoluta de que el sospechoso era un verdadero brujo.

 

El castigo

Las acusadas de brujas en Escocia confesaban la brujería antes de enfrentar el castigo final de la muerte. ¿Pero, porqué una persona inocente confesaría algo de lo que no era responsable?

Confesar, fueran o no culpables, era la única forma en que podían poner fin al sufrimiento que se les imponía a diario. Es posible también que algún sospechoso incluso llegara a creer realmente que eran brujas/os, aunque defendieran su inocencia antes de que comenzara la tortura.

Las brujas en Escocia eran quemadas en la hoguera. Y a pesar de la brutalidad de esta práctica, los ejecutores tenían al menos la “misericordia” de estrangular al acusado primero. El quemar el cuerpo se sustentaba en la idea de que, incluso después de la muerte, las brujas seguían siendo una amenaza y sus cuerpos podían ser re poseídos por el diablo si no se les prendía fuego.

Otra forma de ejecución era meterlas en barriles de madera tachonados con clavos, antes de empujarlos por el camino empedrado de la Royal Mile. Una vez que el barril se detenía se le prendía fuego, asegurando que la bruja que estaba dentro estaba bien muerta.

También se utilizaron las “piscinas de brujas”. Estos eran lugares donde las brujas sospechosas eran introducidas en el agua atadas a una piedra. Si el sospechoso se ahogaba, significaba que era inocente y que iría al cielo. Si vivían, confirmaba que eran brujas y sufrirían más torturas y tormentos antes de ser quemadas en la hoguera.

 

Ley de brujería de 1735

En 1735, el Parlamento del Reino de Gran Bretaña aprobó una ley que convertía en delito acusar a cualquier otro ser humano de poseer poderes mágicos o practicar la brujería. Esta nueva ley abolió la caza y ejecución de brujas en Escocia.

 

 

Lugares históricos de la brujería en Edimburgo

Calton Hill

Calton Hill fue uno de los lugares donde se quemaba a las brujas en la hoguera.

Una de las brujas inocentes de más alto perfil que se ejecutó aquí fue Janet Douglas, Lady Glamis del castillo de Glamis. Se encontraron pruebas en su contra torturando a sus sirvientes, quienes confesaron que su ama estaba involucrada en brujería.

Janet fue torturada y el 17 de julio de 1537 fue quemada en la hoguera en el lado norte de Calton Hill. Fue ejecutada a pesar de que era de sangre noble, por lo tanto, demostrando que nadie estaba a salvo.

Castle Hill destaca en particular. El lugar, junto al Castillo de Edimburgo, es donde más brujas fueron quemadas en la hoguera de toda Escocia.

Hoy en día, el lugar está ocupado por un pub y hotel llamado The Witchery by The Castle, que recibió su nombre de la historia de la brujería de Edimburgo.

Princes gardens, antaño el repugnante Nor’ Loch que fue parte de la defensa natural del casco antiguo de Edimburgo desde 1487.

Cuesta imaginar que este bello parque fuese hasta 1813 un hediondo foso. Destino de aguas fecales y desechos de todo tipo, un foco de epidemias y enfermedades. Esta especie de fosa séptica a cielo abierto esparcía sus vapores insalubres y su insoportable hedor a la Old town.

La bruja acusada era atada a una piedra y lanzaba al foso. Si se ahogaba, entonces resulta que no era bruja después de todo. Si no se ahogaba, quedaba demostrado que estaban siendo ayudadas por el diablo y confirmaba que eran brujas, con lo cual se las llevaba desde aquí a la hoguera.

A menudo se vivían escenas trágicas porque los abultados ropajes de la época cogían aire y hacían un efecto de globo que impedía al cuerpo sumergirse y mantenía a la persona a flote. O porque la densa pestilencia atrapaba al cuerpo, pero no le permitía llegar al fondo.

Llegados a este punto, todo el mundo deseaba morir y terminar con las torturas. Las familias de las acusadas presenciaban con estupor como el cuerpo no se hundía y como la condena por brujería podría poner a la familia en riesgo.

No se sabe exactamente cuántas personas, en su mayoría mujeres, fueron asesinadas de esta manera antes de que el ahogamiento como forma de ejecución fuera prohibido en Escocia en 1685. Se cree que once mujeres fueron sometidas a este castigo en un solo día en 1624. Tenéis que saber que cuando se drenó el foso para la ampliación de la Old Town hacia la New Town y se crearon los jardines, de aquí se extrajeron 300 cuerpos, muchos de ellos de supuestas brujas que finalmente resultaron inocentes pero que tuvieron que morir horriblemente para demostrarlo.

Los jardines de Princes Street se crearon en la década de 1820 y ahora ocupan gran parte de la antigua extensión del estanque.

El Pozo de las Brujas

Las brujas de Edimburgo fueron conmemoradas con el Pozo de las Brujas, construido en 1894. 300 años de la derogación de la Ley de Brujería la plataforma ‘Witches of Scotland’ (Brujas de Escocia), busca la reparación y el reconocimiento nacional para ellas. Piden que se absuelva a todas las personas condenadas por hechicería, que se les pida perdón y se erija un monumento nacional en su memoria. Una medida que tiene como antecedente la proclamación de inocencia de las víctimas de los juicios de las brujas de Salem en 2001 por la Cámara de Representantes de Massachusetts.